viernes, 2 de julio de 2010

Vivir eternamente



Comenzamos el mes de julio con otra de esas plantas resistentes a los rigores del verano, las siemprevivas (género Sempervivum). Con características compartidas con algunas plantas que ya hemos descrito anteriormente y que pertenecen a la misma familia botánica -Crassulaceae-(ver la ficha de Aeonium sp. pl.), las especies de este género poseen unas características, tanto morfológicas, como ecológicas que las convierten en plantas de gran valor ornamental.
El género Sempervivum cuenta con alrededor de 40 especies (y con una ingente cantidad de hibridos ya que su capacidad de cruzamiento es enorme), entre las que podemos destacar Sempervivum arachnoideum o S. tectorum o S. montanum. Las palabras latinas “semper” (siempre) y “vivum” (viva), hacen referencia a su condición de plantas perennes que resisten las más variadas condiciones ambientales, desde las altas temperaturas, a las bajas, así como todo tipo de suelos, prefiriendo los arenosos y de perfiles poco desarrollados. Son plantas distribuidas en todas las montañas que circundan el Mediterráneo (los Pirineos, los Alpes, el Atlas, los Cárpatos y el Cáucaso).
Morfológicamente son plantas que crean comunidades formadas por individuos monocárpicos constituidos por un eje sobre el que se disponen helicoidalmente las piezas foliares a modo de roseta basal. Las hojas, crasas todas ellas, son de lineares a cordiformes, generalmente oblongo lanceoladas y finalmente mucronadas o acuminadas; éstas a veces presentan pilosidades o tricomas (S. arachnoideum) y están recubiertas por ceras que las impermeabilizan. De un verde grisáceo o más vivo, suelen colorearse de púrpura conforme nos aproximamos al ápice de la hoja.
La floración tiene lugar en ejemplares adultos, desarrollándose sobre un escapo floral más alto que la roseta basal, sobre el que se disponen hojas de menor tamaño y una inflorescencia de tipo cimoso (algunos autores añaden que escorpiode). En esta se desarrollan las flores, actinomorfas, constituidas por un receptáculo sepaloide, un número de piezas petaloides pentámeras (múltiplos de cinco, como toda la familia), estambres y carpelos libres.
La multiplicación se lleva a cabo de manera sexual (mediante semillas) o a través de las plántulas jóvenes que emergen de la base de otra más adulta.
Refiriéndonos a la etnobotánica del género, decir que eran plantas utilizadas en la curandería (citada ya por Dioscorides y Teofrasto), así como se creía que protegían a los hogares de los rayos al desarrollarse sobre muchos tejados.

miércoles, 23 de junio de 2010

Candelabros de leche



Siguiendo con las plantas suculentas y por contar algo anecdótico, les diré que, si hay algo que me apasiona de cuidar plantas es que es una afición, aunque exija demasiado tiempo, no es cara, sobre todo cuando puedes pedir un esqueje de aquí y otro de allí. Esto último hice con la planta de la que hoy les hablaré…
Siempre que visito a cierto amigo, me topo con la entrada acristalada de su vecina que, más que mediterránea, parece amazónica por la exuberancia de las plantas que la llenan (obviando los galápagos que chapotean en la pecera). Entre éstas destaca el imponente porte de una Euphorbia trigona de más de dos metros de altura. Cierto día, ni corto ni perezoso, llamé a la puerta y le pedí a su dueña un pequeño esqueje, que muy amablemente me cedió. Y con el ejemplar bajo el brazo, marché muy contento a casa. Lo mejor de todo es que sigue vivo, créanme…
El árbol de leche africano o Euphorbia trigona es un representante de la familia Euphorbiaceae, plantas que también presentan la suculencia como forma de vida ya que suelen desarrollarse en lugares secos y cálidos (ésta en concreto procede del sur de África). Es una planta que puede recordar a los cactus candelabro que tantas películas del Lejano Oeste han ambientado. Al ser una planta con fisiología CAM, son de crecimiento rápido cuando las condiciones son favorables, por lo que es de esperar que, recibiendo los cuidados oportunos crezca vivamente y alcance un tamaño considerable.
La Euphorbia trigona es una planta con tallos columnares provistos de tres costillas (si realizamos un corte transversal observaremos una sección triangular) sobre las que se disponen las hojas, sobre todo hacia la parte terminal. Los tallos, al igual que las hojas, son de color verde -en la época favorable, ya que en invierno adquieren tonos amarillentos e incluso rojizos (concretamente la variedad rubra, como se puede observar en la primera imagen) que le confieren más belleza si cabe-, por lo que también realizan funciones nutritivas. Las hojas son de hasta 5 cm de longitud, espatuladas y ligeramente acuminadas con un corto mugrón, que persisten durante todo el ciclo vegetativo anual. Tienen dos estípulas muy reducidas en la base y al igual que de un par de espinas de 0,5 cm de longitud y de color pardo que persisten y recorren las costillas del tallo cuando las hojas se pierden durante el invierno. Su floración es muy rara y sólo se produce ocasionalmente en individuos adultos.
Esta planta presenta numerosas ramificaciones que surgen de manera alterna sobre los tallos y presentan estrangulamientos en la zona de unión con el vástago primario y suelen alcanzar, generalmente, los 30 cm de longitud, a veces más. En conjunto, los individuos pueden alcanzar los 4 m de altura.
Como todas las especies de este género botánico es una planta laticífera, es decir, segrega un látex blanquecino que suele ser irritante, por lo que no conviene ponerlo en contacto con zonas delicadas, como las mucosas.
Un sustrato medio, con buen drenaje (ligeramente arenoso y con materia orgánica), una exposición soleada (orientación sur) y riegos frecuentes pero no abundantes, son los requerimientos ecológicos de esta especie.

martes, 8 de junio de 2010

Sempervirentes...




Llega el calor y con él las ganas de descansar, echarse a la bartola y dejar que la brisa de la tarde refresque la piel. Por mi parte todavía no he decidido que hacer con mi cuerpo serrano estas vacaciones de verano…, si a ustedes les pasa otro tanto les recomendaría que visitasen las Islas Canarias, uno de los paraísos más hermosos de nuestra geografía, y degustar bajo las faldas de los volcanes las papas con mojo picón, otra delicia que acompaña a la flora que las habita. Y de eso precisamente hablaré hoy, de plantas canarias…
Muchas veces, en la parte más soleada de nuestros balcones y terrazas no crece ni una mala yerba, por lo que nos vemos obligados a ubicar un pequeño desierto entre los tiestos y nos olvidamos de que existen plantas adaptadas a estos medios secos que reciben insolación constante. Entre estas (de las que hablaré las próximas semanas) destaca el género Aeonium, una planta que pertenece a la flora macaronésica y de la que las Islas Canarias cuentan con una treintena de especies (más o menos). También llamadas siemprevivas, punteras, bejeques o aeonios (del griego “aeonion” que significa “eterno”), pertenecen a la familia Crassulaceae, es decir, a las plantas suculentas o crasas, característica que las define aunque no es exclusiva de ellas, ya que también encontramos este tipo de carácter adaptativo en representantes de otras familias como por ejemplo las Cactaceae.
El género Aeonium es un nanofanerófito, es decir, plantas de tipo arbustivo que pueden alcanzar un metro de altura, que está provisto de un tallo, verde en la juventud y pajizo en la madurez, que se ramifica ligeramente y sobre el que se disponen, casi siempre apicalmente, rosetas de hojas. Las hojas, de lanceoladas a espatuladas-obovadas y acuminadas, son crasas, de color verde brillante, aunque en la zona más externa pueden presentar coloraciones purpúreas, rojizas o violáceas, en mayor o menor grado, cuando sufren fuerte insolación. Se encuentran provistas de tricomas o pilosidades blanquecinas en el margen.
Sus flores aparecen en la madurez y generalmente durante el invierno, dispuestas sobre una inflorescencia que parte de la prolongación de los tallos. Sobre la espiga de unos 15-20 cm de longitud, se sitúan las flores, pentámeras, de blancas a amarillas, que tras la fecundación originan unas cápsulas. Tras florecer, la rama entera suele morir.
Aunque su reproducción por semillas es algo difícil, existen cultivares híbridos de este género con ejemplares provistos de coloraciones bastante llamativas, muy comercializados en comercios especializados.
Se reproducen fácilmente por esqueje y son muy recomendadas para todo tipo de tiestos con dimensiones variadas, así como para rocallas. Requiere suelos ligeramente arenosos y drenados, además de un riego regular y exposición al sol. Aunque es resistente a pequeñas heladas, conviene resguardarla de las inclemencias invernales en lugares donde esta época sea dura.
Y tras tanta descripción, ¡me voy a disfrutar del sol!
Imágenes (de arriba hacia abajo): 1. Aeonium arboreum, 2. A. tabulaeforme, 3. A. arboreum var. atropurpureum

martes, 1 de junio de 2010

Un huerto en el balcón


Tengo una amiga muy aficionada a sembrar todo tipo de plantas hortícolas en su terraza. Que si habas, ajos, cebollas, perejil… No le teme a nada, ni tan siquiera a esos pocos metros cuadrados que forman su particular huerto (por cierto, muy bien orientado).
Debo decir que no es la única, ya que se trata de una práctica muy extendida últimamente entre los amantes de la ecología y el ecologismo (les recuerdo que no es lo mismo… Je, je, je, je), que se hacen la siguiente pregunta: ¿por qué no dar un uso práctico a esta extensión de la vivienda y de paso contribuir a otros procesos naturales?
Y ante esta realidad, mis modestas opiniones…
En primer lugar he de decir que, como proyecto didáctico o pedagógico hacia los más pequeños de la casa, me parece excelente. Todavía recuerdo un blog en el que su autora había desarrollado en mitad de la ciudad de Barcelona un huerto en altura para que sus hijos descubriesen los pormenores del cultivo de variedades hortícolas, los ciclos de siembra y recogida, así como la responsabilidad que conllevan las tareas agrícolas. Si además de ello podían degustar de uvas a peras una ensalada sin pesticidas, mejor todavía.
Como segundo punto, la estética. Excepto ciertos casos, las plantas hortícolas no son muy vistosas ya que poseen flores reducidas, son monocromas y presentan excesivo follaje. Aunque algunos vean un “handicap” en estas cualidades, podemos crear una terraza de hermosas vistas combinando algunas de estas plantas. El único punto a tener muy en cuenta es la temporada, por ejemplo en invierno sembrarla de coliflores, espinacas, acelgas, coles o zanahorias, como monocultivo o combinadas; en primavera nos decantaríamos por plantas aromáticas, habas, ajos o guisantes; durante el verano todas las solanáceas (tomates, pimientos y berenjenas) y cucurbitáceas (pepino y calabacín) son bienvenidas, y durante el otoño optaría por el descanso y letargo del lugar.
El tercer punto a tratar es el rendimiento de la labor. Por lo general los aficionados a esta técnica son muy partidarios de combinar todo tipo de plantas: este tiesto de ajos, aquel de tomates, este otro de pimientos, que si otro de habas y el de más allá de pepinos. Esto no es rentable ya que la producción es escasísima (tres ajos, una lechuga, dos pimientos y diez habas), además de ofrecer la vista de un balcón salvaje, sin orden, ni concierto. Yo soy partidario de aunar estética y rentabilidad de trabajo y de cultivos. Si plantásemos toda la extensión de nuestra terraza con tomates, además de contribuir a la belleza de la balconada, obtendríamos una producción aceptable y disfrutaríamos más de nuestro trabajo. Esto también favorecería el intercambio con otros vecinos y amigos que hayan optado por esta vía de disfrute y en cuyas terrazas estarían cultivándose calabacines o berenjenas, favoreciendo así el intercambio de productos.
Como cuarto punto, un tirón de orejas. No sé hasta qué punto crear un edén hortícola en nuestro balcón es ecológico. Cada planta, cada ser vivo, tiene unos requerimientos ecológicos específicos: condiciones del suelo, temperatura óptima, humedad atmosférica, riego, insolación diaria o fotoperiodo. Un balcón no es un lugar extenso, a menos que contemos con un ático de enormes dimensiones, por lo que las plantas ven limitado su crecimiento por diversos factores adversos a ellas: la cantidad de tierra que puede albergar un tiesto, la orientación o la insolación. Muchas veces esto supone abonados, riegos excesivos, crecimiento raquítico de los vástagos, floración escasa y generalmente, sufrimiento para las especies cultivadas. Por todo ello, a veces se hace preferible, acudir a un huerto ecológico o a una frutería de confianza para disfrutar de un tomate con sabor, a poner al límite de sus posibilidades a una pobre coliflor.

martes, 25 de mayo de 2010

Consideraciones (VIII). Legislación.



De entre todas las preguntas que hay que hacerse cuando se toma la decisión de crear un pequeño jardín en altura, una de las más importantes, por no decir la principal es “¿Puedo acometer este cambio en mi terraza según la legislación?” Y a intentar esclarecer esta cuestión le voy a dedicar la noticia de hoy.
En nuestro país (España) existe una serie de normas que regulan todo tipo de acciones que se pueden llevar a cabo en las fincas dedicadas a viviendas y por extensión, sus espacios exteriores. Concretamente la Ley 49/60 de Propiedad Horizontal, con numerosas modificaciones posteriores (que también hay que leerse) y la normativa que para tal efecto desarrolla cada consistorio del municipio donde nos encontremos, son básicas en nuestra labor.
Y después de lo reglado, vienen las consideraciones que creo más importantes…
Lo primero de todo tenemos que saber que tanto las terrazas ubicadas en los áticos como las situadas en los patios de vecindad no pertenecen al propietario, ya que únicamente son usufructuarios de las mismas, es decir, en última instancia es la comunidad de vecinos la que ha de decidir sobre el uso que hay que darle a estos espacios ya que, por decirlo de algún modo, son el suelo y el techo de la finca. Por todo lo anterior, siempre recomiendo a los propietarios con este tipo de problemas que, para curarse en salud, pidan permiso a la comunidad para ajardinar la superficie, dado que puede perjudicar a otros vecinos, lo que incumpliría los artículos 7 y 9 de la citada ley. En cualquier caso he de aclarar que el gobierno municipal suele permitir licencia para instalar cualquier objeto o construcción que pueda eliminarse de estos lugares en un tiempo máximo de unas horas –cada consistorio establece el tiempo-, por lo que estaría permitido según las normas vigentes colocar tiestos y otros aparejos móviles que sirvan a nuestro jardín.
En el caso de que nuestra vivienda tenga terrazas o balcones que miren hacia las fachadas, tanto exterior como interior, hemos de considerar que estas superficies verticales pertenecen al municipio, ya que se considera un valor estético de las ciudades y pueblos, por lo que hemos de ser muy cuidadosos a la hora de acometer los cambios oportunos. No conozco ningún caso en el que el municipio se haya personado en un juicio contra un particular por ajardinar su balcón (sí en los que un vecino denuncie a otro por ello… ojo…), pero puede darse el caso, al igual que hay municipios, sobre todo de ciudades y pueblos monumentales o con un encanto singular que han incluido en sus ordenanzas municipales normas concretas de cómo los particulares han de embellecer sus ventanas y balcones para que, de esta forma, el conjunto arquitectónico de la ciudad guarde el mismo patrón estético y favorezca el turismo y por tanto el enriquecimiento del municipio y sus vecinos.
Así que, ya saben: lo primordial es consultar con sus vecinos y si le otorgan el beneplácito, comiencen a buscar esquejes.

Imágenes: La Voz Digital

martes, 18 de mayo de 2010

Altramuces



A veces uno debería informarse antes de emprender la marcha, o por lo menos, leer unos cuantos artículos antes de ponerse esparcir semillas por las macetas vacías que pululan por el balcón… Este es el caso de los lupinos que sembré en la tarde de ayer ¡en unas macetas muy pequeñas!
Aunque el género Lupinus (también conocido vulgarmente como altramuz o lupino) es un representante de la familia FabaceaeLeguminosae- de origen mediterráneo y que, debido a su vistosa inflorescencia, se ha utilizado como planta ornamental –y forrajera- durante décadas en los países del sur europeo (Lupinus albus, L. angustifolius, L. luteus), se ha generalizado entre las empresas de producción de semillas comerciales el extender la especie americana Lupinus polyphyllus, que también puede naturalizarse en nuestras latitudes de manera más o menos fácil.
Esta planta generalmente se propaga por semillas que se siembran -tras un día en remojo- desde el invierno al verano en terrenos de características medias, ligeramente alcalinos, bien drenados y más o menos soleados. Es una planta propia de jardines y parterres, y persistente, es decir, sus cultivares se mantienen en pie todo el año, llegando incluso a durar bastantes años en pie. La planta llega a alcanzar el metro y medio de altura. Con tallo ligeramente lignificado en la base, posee hojas alternas, pecioladas, tomentosas por el envés, palmaticompuestas con 9-15 foliolos y de verde más o menos intenso. En la época de floración, por lo general el verano o principios del otoño, su inflorescencia racimosa, de porte más o menos piramidal, se yergue sobre un eje en el que quedan dispuestas las flores típicas de esta familia (provistas de estandarte, alas y quilla) que van del color blanco hasta el morado, pasando por toda gama cromática (amarillas, fucsias y azules generalmente). La capacidad de hibridación de esta especie es pasmosa, por lo que se pueden obtener cultivares realmente vistosos (me llega a recordar al género Antirrhinum o boca de dragón…).
Tras la fecundación, la planta produce un fruto característico en forma de legumbre, provisto de una vaina en cuyo interior quedan albergadas las semillas, que se pueden recolectar para su posterior siembra. También cabe la posibilidad de, una vez que son adultas, multiplicarlas vegetativativamente por división de las macollas.
Cabe decir que estas plantas se cultivan en muchos lugares del mundo, como por ejemplo Australia, para obtener las semillas utilizadas como forraje o que, tras un tratamiento en salmuera, son comercializadas como alimento muy nutritivo en muchos mercados. Cabe decir que éstas, conocidas en España como chochos o gambas de agua, pueden contener alcaloides que las pueden hacer indigestas para ciertas personas, por lo que se recomienda cautela en su consumo.
¡¿Quién me mandará sembrar plantas de jardín en macetas?! Bueno… sólo cabe esperar y ver qué pasa…

martes, 4 de mayo de 2010

Maravillas




Además de sentir gran afecto por esta planta (me recuerda a la niñez, fue uno de esos aguijones que me envenenaron con el arte botánico, me huele a cuando mi hermana y yo pululábamos por la huertas vecinas a golpe de pedal y bicicleta y enganchábamos cualquier simiente, cualquier esqueje, y lo llevábamos orgullosos a la nuestra), la caléndula, maravilla, corona del rey o flamenquilla es una de las plantas más agradecidas que conozco, quizá por considerarse casi como una planta silvestre, más por los pocos requerimientos ecológicos que necesita (indiferente edáfica, riego ocasional y exposición soleada), que por nacer de forma espontánea.
La Calendula officinalis pertenece a la familia Asteraceae (también Compositae) y es una planta vivaz, de biotipo hemicriptófito dado que presenta partes leñosas (sobre todo en la base) cuando alcanza la madurez. Es una planta propia de la zona mediterránea, teniendo su origen en Egipto, y muy extendida por todo el Globo gracias a las propiedades, tanto medicinales, como de otra índole que se le suponen.
Esta planta anual o perenne, dependiendo de las temperaturas de la zona en la que se desarrolle, alcanza una altura máxima de 60 cm. Posee hojas simples, alternas, de color verde claro, ligeramente pilosas, de oblongo-lanceoladas a espatuladas y que alcanzan casi los ápices de los tallos. La floración de esta planta sucede durante todo el año, aunque sea más llamativa y abundante durante la primavera. La inflorescencia, como la del resto de las representantes de la misma familia, tiene forma de capítulo, con un diámetro de 3-7 cm y presenta dos tipos de flores, unas periféricas y liguladas y otras centrales y tubulares. Generalmente son de color anaranjado, aunque la tonalidad puede ir desde el amarillo al rojo.
Tras la fecundación se produce un fruto compuesto por aquenios dehiscentes con forma curva, ligeramente alados lateralmente y con protuberancias espinosas en el dorso.
En la actualidad existen numerosos cultivares de esta planta que multiplican los verticilos de las flores liguladas de la inflorescencias, aproximándose así al aspecto de otras compuestas como los crisantemos, las dalias o los ásteres.
La caléndula, además de ser un buen repelente de los insectos, se ha utilizado desde tiempos remotos para paliar todo tipo de afecciones dermatológicas, véanse úlceras, eczemas o heridas superficiales, ya que la flor produce antibióticos y antisépticos naturales, así como colorante alimentario en lugar del tradicional azafrán. Su aceite esencial también es muy apreciado.
¡Y que viva la primavera!

martes, 27 de abril de 2010

Elegancia




Una de las estampas más hermosas que tengo en la memoria es la de una alberca de La Alhambra en cuyo centro despuntaban los blancos espádices de un macizo de calas. Desde aquel día, entre estas plantas y un servidor se cerró un nudo firme y sólido, y siempre nos buscamos en los rincones sombreados y húmedos del camino…
El nombre científico de las calas, Zantedeschia aethiopica, hace referencia a su lugar de origen, el cuerno de África (Sudáfrica – Región del Cabo), uno de los centros de distribución de la familia Araceae, una de las más grandes dentro del grupo de las Monocotiledóneas, a la que pertenecen géneros autóctonos como Arum. Seguramente, de entre las 3200 especies con las que cuenta la familia, es el grupo de las calas o los lirios de agua, el más conocido, sobre todo si atendemos a las últimas tendencias en flor cortada, que han erigido a la inflorescencia de esta planta como una de las más elegantes y vistosas, asociada sobre todo a esa ola de minimalismo que ha invadido los hogares.
La cala se ha utilizado como planta ornamental en nuestras latitudes desde hace muchos años, sobre todo en la mitad sur peninsular y las zonas costeras de nuestra geografía, ya que es una planta que, además de preferir unos suelos ricos en materia orgánica, drenados y soportar el encharcamiento –es semiacuática-, necesita temperaturas suaves y un ligero grado de humedad en el ambiente para que crezca firme y exuberante.
La planta está constituida por unos órganos subterráneos rizomatosos (se considera un neófito estricto) que se siembran allá por finales del otoño, principios del invierno. Las hojas de la cala emergen a ras de suelo, en un número variables dependiendo de la añada (de 1 a 6 por individuo) en forma de roseta basal, enrolladas en la juventud que se despliegan en la madurez, con forma lanceolada-sagitada y borde ondulado, son de color verde intenso, lustrosas, glabras y poseen un peciolo largo que se continua en un nervio central muy marcado. A veces presentan máculas sobre la lámina foliar. Estas pueden alcanzar los 120-150 centímetros de longitud.
La floración tiene lugar de primavera hasta otoño, concentrándose en la primera mitad de este periodo. Las inflorescencias, de 2 a 3 por individuo, son ligeramente perfumadas y tienen forma de espádice. Cada una está constituida por una bráctea espatulada-cónica de color blanco cremoso (existen cultivares que van desde el carmín al rosa, pasando por el verde) llamada espata que rodea a un eje sobre el que están dispuestas las flores y que termina en una prolongación coloreada de amarillo a anaranjada que ejerce de señuelo para los agentes polinizadores, generalmente dípteros. Sobre este eje floral se disponen, en la mitad superior, las flores masculinas, y en la mitad inferior las flores femeninas. Tras la polinización (extraña cuanto ni menos…) produce frutos con forma de polidrupas, anaranjados también, que son difíciles de ver en nuestras latitudes, aunque es preferible cortar la inflorescencia antes de que esto ocurra ya que de ese modo se favorece el retoño al año siguiente.
Para terminar, unos apuntes curiosos. El nombre vulgar de esta planta procede del griego “kalos” que significa “bello”, significado que se recoge en el lenguaje de las flores junto con el de “elegancia” y “estabilidad” (no pregunten el por qué…). Finalizo diciendo que hay algo en esta planta, una mezcla entre soberbia, dulzura e indiferencia, que siempre logra turbarme…, lo peor de todo es que siempre nos topamos ella y yo, cuando el amor y la tristeza se fusionan en un solo abrazo.

Autor imagen: Antonio José Ortega Mata

jueves, 22 de abril de 2010

Semilleros y crisantemos





Tras un par de semanas sembrados, ya se empiezan a vislumbrar los cotiledones de los crisantemos que he plantado durante esta primavera... Coloqué las simientes en semilleros individuales, a razón de unas tres o cuatro semillas por contenedor, enterradas de manera muy superficial, sobre sustrato universal. Comencé a regarlas con un vaporizador de agua casi diariamente, de tal manera que la humedad sólo permaneciera en la primera capa, y tras una semana comenzaron a germinar. En un lugar soleado crecen bastante y ya se empiezan a vislumbrar las verdaderas hojas, por lo que ahora las riego con normalidad, empapando cada uno de los pocillos del semillero. Seguramente tendré que clarearlas para que adquieran más vigor y crezcan más rápido, aunque en el fondo soy un sentimental y acabaré dejando todas las plantas en el semillero. Más tarde tengo pensado trasplantarlas a maceteros alargados, ya que es una planta que necesita bastante espacio.
Elegí esta planta por varias razones. La primera es por su resistencia a las temperaturas extremas, referidas tanto al calor, como a las bajas temperaturas. La segunda es por su amplia variedad en el patrón de coloración que presentan las inflorescencias, ya que es una planta que hibrida con enorme facilidad, tanta que los taxónomos encuentran muy difícil la asignación correcta de una de estas plantas a una especie y variedad. Y la tercera y última es porque tiene un gran significado para mi, asunto que no desvelaré… (a veces, las plantas, como los libros, establecen un diálogo con quién las cultiva y contempla, una conversación estrecha en la que se comparten pensamientos y secretos, por lo que a veces es casi una traición desvelarlos…).
El género Chrysanthemum pertenece a la familia Asteraceae o Compositae (nomina conservada), taxon que también incluye al cardo y la margarita. Este género reúne a unas 30 especies originarias en su mayoría de Europa y Asia. Son plantas herbáceas, perennes, de tallo erguido que puede alcanzar el metro y medio de altura. Presentan hojas simples, lobadas-lobuladas, dentadas algunas, rugosas, en la juventud, ligeramente hendidas, que van desde el verde intenso al más apagado.
Su importancia como ornamental reside en la belleza de la inflorescencia, que desarrolla forma de capítulo (típica de esta familia botánica), más o menos abierto, más o menos mullido y pomposo. Está compuesta por flores liguladas, femeninas las exteriores y hermafroditas las interiores, y aparece en nuestras latitudes en el mes de noviembre, influida por el cambio notable en el fotoperiodo. Esta puede adoptar numerosas coloraciones y formas, casi infinitas, dada la importancia en jardinería de esta planta, de la que existen cientos de cultivares.
La inflorescencia es resistente y viva por lo que en España es utilizada para engalanar tumbas y cementerios en la festividad de Todos los Santos (1 de noviembre).
La flor del crisantemo fue considerada casi divina, venerada en los antiguos imperios orientales de China y Japón, tanto que ondeaba en la antigua bandera imperial de Japón, y que más tarde fue resumida en el círculo rojo que algunos asimilan al sol. Es una planta con muchos significados, entre los que encontramos el de la sabiduría, la alegría, la perdurabilidad, el amor o el duelo.

jueves, 15 de abril de 2010

Trepando...


Pasando de París a Albacete he decidido cambiar de tercio (más que nada porque hoy me siento como la planta de la que hablaré: enredado) y dedicar mi tiempo a una de las especies trepadoras más bellas y que espero, en breve, tapice un par de paredes de mi terraza.
Parthenocissus quinquefolia, la parra o viña virgen, también conocida como enredadera de Virginia, es una especie (como su prima Vitis vitifera) muy vistosa, de gran crecimiento y con enorme capacidad para fijarse a sustratos verticales, es decir, es una planta trepadora. Pertenece a la familia botánica de las Vitaceae y, aunque proviene de Norteamérica, se adapta muy bien a las condiciones de nuestras latitudes. Se podría considerar un fanerófito de tipo lianoide, más todavía si tenemos en cuenta su rápido crecimiento y que se encuentra provisto de zarcillos con discos adhesivos terminales que le ayudan a trepar –menos agresiva que la hiedra, ya que no emite raíces aéreas para fijarse a muros y paredes-. Los vástagos que crecen desde la base presentan hojas alternas, compuestas, formadas por 3-5 foliolos ovales, dentados, lustrosos y de color verde pálido a intenso que se pierden en la época desfavorable (planta caduca). Este follaje antes de desprenderse se torna, en un principio, de tonalidades próximas al carmín o anaranjadas para, posteriormente, adquirir un color de rojizo a óxido; de ahí su interés ornamental. Sus inflorescencias hacen aparición de junio a agosto y presentan forma de panícula o racimo laxo sobre las que se disponen unas flores aromáticas, de pequeño tamaño, con cáliz y corola formados por cinco piezas, androceo con cinco estambres y un gineceo con dos carpelos soldados. Tienen un aspecto claro-verdoso. Tras la fecundación se desarrollan unos frutos de negros a azulados de tipo drupa y un tamaño no superior a 6-10 mm de diámetro que contienen ácido oxálico (tóxico) y nada sabrosos.
Tolera todo tipo de suelos, desde ácidos hasta básicos, desde calizos hasta silíceos, con gran cantidad de materia orgánica o desprovistos de ella, aunque se recomienda abonarla cada cierto tiempo (a inicios de la primavera, por ejemplo). Crece más deprisa si queda orientada hacia el sur, ya que las temperaturas extremas de la exposición hacia el norte pueden minar su vigor. Acepta bien la poda en caso de que se vuelva invasiva.
Su reproducción se realiza mediante estacas de diciembre a enero, manteniéndolas en agua unos días y después sembrándolas en recipientes de tamaño holgado. Durante los primeros años su crecimiento no será tan intenso como cabría esperar, pero una vez se haya forjado un enraizamiento sólido en el sustrato, aumentará en vigor y fuerza.
No se le conoce utilidad en nuestra cultura, pero cabe destacar que los indios norteamericanos la utilizaban con fines medicinales.
Y como ella, me encantaría trepar, enredarme sobre la vida…

martes, 13 de abril de 2010

La primavera parisina




Cuando uno viaja, va tomando nota, no sólo de los monumentos, sino de otras cuestiones como pueden ser los estilos paisajísticos que se estilan en el lugar que visitamos o de especies vegetales con las que no estamos acostumbrados a toparnos todos los días.
La pasada Semana Santa estuve andurreando por París; entre sus plazas, sus calles, sus jardines y la multitud de floristerías que afloran en cada esquina. La sensación fue muy agradable, sobre todo si tenemos en cuenta que acompañaba una climatología bastante agradable (para estar en el extremo noroccidental de Francia, claro está).
Les podría contar millones de cosas relacionadas con las plantas que habitan en la Lutecia romana, desde el estilo geométrico de sus jardines hasta lo curioso de algunas jardineras a modo de gigantescos cestas fabricadas de mimbre (una idea que voy a intentar exportar…je, je, je), pero creo que puedo resumir este periplo por el país vecino con la sola imagen de un arbolillo florido, la Magnolia liliflora.
La familia de las Magnoliaceae, que lleva ese nombre en honor al botánico francés (¡no he podido elegir mejor especie para comentar!) Pierre Magnol, se puede considerar una de las familias ancestrales de las actuales plantas con flores, de lo que da buena cuenta el registro fósil, y está relacionada con la familia de las Amborellaceae y las Lauraceae (familia botánica del laurel). Son plantas de porte arbóreo, como Magnolia grandiflora -hasta 30 metros de altura- o Liriodendron tulipifera, el tulipero de Virginia, o de biotipo arbustivo de grandes dimensiones (arbolillos de hasta 5 metros) como la especie que aquí describimos. Aunque son plantas originarias de Norteamérica y Asia -ésta concretamente de China- en nuestras latitudes las podemos encontrar como plantas ornamentales, cultivadas así en parques y jardines. Entre las 120 especies que forman la familia existen unas con hojas persistentes y otras caducas. Las hojas suelen ser simples, brevemente pecioladas, de un tamaño medio-grande (hasta 20 cm), ovado-oblongas, a veces lustrosas, coriáceas y brillantes como Magnolia grandiflora, otras mate y glabras como las de Magnolia liliflora. Algunas, como las del género Lirodendron, presentan cuatro lóbulos. La época de floración es variable produciéndose entre la primavera y el verano. Las flores son terminales, solitarias, grandes, vistosas, de colores claros, que van desde el blanco hasta el púrpura. Están formadas por piezas tepaloides de 10-12 cm dispuestas sobre un eje cónico sobre el que se disponen de forma helicoidal como los estambres que forman el androceo. El gineceo esta constituido por multitud de carpelos que tras la fecundación darán lugar a un pseudofruto cónico y polilocular con semillas de coloraciones de oscuras a rojas.
El cultivo de estas plantas, aunque no incluye muchos cuidados, requiere un clima sin temperaturas extremas, insolación media –semisombra- y con una humedad ambiental de tipo medio-alto. Su crecimiento es lento.
Como curiosidad he de decir que las he visto cultivadas como bonsáis, concretamente la especie en la que me inspirado para este artículo de hoy, con una floración decididamente sublime. ¡Lástima que sea demasiado grande para mi balcón!

jueves, 25 de marzo de 2010

Frustraciones




Aunque todo en este espacio dedicado a la jardinería parezca un camino de rosas, cultivar plantas, bien sea en un huerto o en macetas, tiene una parte frustrante que puede minar el ánimo. El último de estos desencantos ha estado ocasionado por las francesillas o ranúnculos (género Ranunculus, familia Ranunculaceae). Como soy muy dado a experimentar con todo tipo de semillas y bulbos, suelo llevarme sorpresas como esta, aunque pienso en no dejarme vencer por una primera plantación fallida.
Los ranúnculos cultivados, generalmente derivados de la especie Ranunculus asiaticus L. (hablo sólo de estos, ya que si tuviese que describir la familia al completo podría rellenar páginas enteras al tratarse de una familia botánica muy extensa que cuenta con unas 500 especies, como el botón de oro o las arañas de agua) son plantas de raíz tuberosa, generalmente con forma aracnoide, que se siembran tras un periodo en remojo (24-48 horas), en macetas de tamaño medio (he aquí mi gran fallo) y con un sustrato rico en materia orgánica, humedad y buen drenaje, a poca profundidad. Al ser una especie nativa del Mediterráneo oriental y Asia oriental no soporta las temperaturas extremas (las mínimas inferiores a los -10º C acaban con ella).
Tras los primeros brotes se observa un numero variable de tallos con hojas simples, pubescentes -al igual que los tallos-, con la lámina foliar hendida, formando lóbulos o dientes, se encuentran aplicadas al tallo por la base del peciolo que suele ser mas largo que la lámina. En estadios jóvenes, las hojas crecen en forma de roseta basal.
El tamaño de la planta es variable y ronda los 20-60 cm de altura dependiendo de la variedad que se cultive. Las flores aparecen terminales y solitarias al final de un largo pedúnculo que generalmente supera la altura de las hojas. Las de todas las especies son flores pentámeras, es decir, las piezas de los diferentes verticilos (también se pueden disponer helicoidalmente sobre un eje) que las componen, son múltiplos de 5. En la especie que tratamos, las piezas de la corola o pétalos se encuentran generalmente en número múltiple (en un origen son estambres) y presentan un color blanco, rojo, rosa o amarillo. Los estambres son numerosos y se disponen en torno a los estilos. Tras la fecundación se origina un fruto seco, simple o múltiple –un aquenio o poliaquenio provisto de un extremo más o menos puntiagudo-.
Todos los ranúnculos sintetizan sustancias como la protoanemonina, que se consideran venenos, sobre todo para el ganado que las come.
Autora imagen 2: Marsha Tudor.
Imagen 3: Ranunculus aquatilis (Batrachium syn.)

miércoles, 17 de marzo de 2010

Nazarenos


Se aproxima la Semana Santa, y con ella la salida de los nazarenos, y no sólo aquellos que deambulan por callejuelas con capuchón y túnica, sino también los que pintan el campo de violeta. Los nazarenos, representantes de la familia Liliaceae pertenecientes al género Muscari compuesto por unas 40 especies aproximadamente entre las que se cuentan Muscari armeniacum o M. botryoides, son plantas bulbosas (seguimos con ellas estos días que previos a la primavera) que pueblan los territorios circundantes al Mediterráneo y otras zonas próximas a este mar, por lo que los podemos encontrar brotando de manera natural en nuestros campos, aunque sean de un tamaño menor a los cultivados y por tanto más exuberantes.
El nazareno es una planta que prefiere los prados y herbazales, incluso se podría considerar una planta de rocalla, llegando a veces a alcanzar la calidad de invasora o mala hierba. Se encuentra provista de bulbos tunicados de pequeño tamaño que se plantan durante el fin del verano o en el transcurso del otoño (noviembre-diciembre) y que tras los fríos invernales y la llegada de las temperaturas cálidas, germinan, alcanzando rápidamente la floración. Como otras especies bulbosas, necesita un suelo con buen drenaje, cierta cantidad de materia orgánica y suelto. La exposición debe ser soleada o ligeramente umbrosa, aunque cabe decir que sus requerimientos ecológicos no son demasiado especiales, lo que hace que se considere una planta de fácil desarrollo.
Es una planta provista de una roseta basal de hojas lineares, acintadas, ligeramente carnosas, de unos 20-25 cm de longitud. La inflorescencia se desarrolla en la parte terminal de un escapo floral cilíndrico y carnoso que alcanza la longitud de las hojas. Las flores se disponen en torno a dicho pedúnculo en forma de racimo. Las más basales son fértiles, mientras que las dispuestas en la parte última del escapo son estériles. Todas ellas pedunculadas, son de forma tubular o urceolada, ya que las seis piezas tepaloides que componen el perigonio se encuentran soldadas entre sí. Esta corola es casi siempre de color añil-violáceo, ribeteada de color claro en su abertura al exterior, aunque también la podemos encontrar blanca o amarilla en contadas ocasiones. Cada una posee seis estambres que rodean a un gineceo supero, trilocular y biovulado, continuado por un estilo corto que se divide en tres estigmas de pequeño tamaño. Tras la fecundación producen un fruto con forma de cápsula trilocular.
Por su aroma a fresas, las flores del genero Muscari se utilizan para elaborar pupurris de flores secas que ambientan las estancias del hogar. Como apunte decir que los nazarenos se utilizaron en la antigüedad para elaborar filtros amorosos.

jueves, 11 de marzo de 2010

Aproximándose tulipanes




De entre las plantas bulbosas, son las más socorridas a la hora de ajardinar un espacio abierto, aunque también hay muchos apasionados de la jardinería en altura que las utilizan para darle unas pinceladas de color a sus ventanas y balcones. Estas plantas llaman la atención, no sólo por su porte elegante, sino por su coloración vistosa, sobre todo si tenemos en cuenta que existen más de 150 especies y un sinfín de variedades, lo que se antoja un laberinto de tamaños, formas y mezclas.
El mayor productor mundial del género Tulipa (nombre latino que deriva del otomano “turbante”, por la forma que presentan los estadios jóvenes de su flor), género al que pertenecen todas estas plantas, es Holanda, que llega a comercializar al año unos 4000 millones de bulbos, aunque también otros países como Francia, Estados Unidos, Gran Bretaña, Polonia o Japón se dedican a cultivarlos y exportarlos, ya que el negocio del tulipán no únicamente está en sus bulbos, sino también en el arte floral.
El origen de esta planta se sitúa en las montañas de Kazajistan, aunque sería más correcto afirmar que su distribución original se ampliaría hasta Oriente medio y próximo, concretamente en Turquía, llegando a zonas de China, Europa o África. Su introducción en Europa como planta ornamentale se debe a los musulmanes residentes en el Al-Andalus de la Península Ibérica.
El tulipán es una especie geófita que presenta un bulbo ligeramente tunicado, de forma truncada y que termina en un ápice. Posee una roseta basal de hojas, ligeramente envainantes y carnosas, en un número que va de 1 a 3, verdes, de cenicientas a vivas, de lineares a lanceoladas, con una cubierta cérea y que surgen a ras del suelo. Éstas rodean a un escapo o pedúnculo carnoso simple –ocasionalmente ramificado- erguido, de 20 a 45 cm de altura, con, generalmente, una flor terminal (a veces hasta tres). Sus flores presentan una simetría actinomorfa y tienen una corola acampanada y tepaloidea (dos verticilos), formada por 6 piezas coloreadas con el mismo patrón, terminadas en punta y que protegen a seis estambres que rodean al gineceo supero y trilocular, que se abre al exterior por un estigma trilobular, de aspecto peltado, no muy largo. Tras la fecundación se desarrolla un fruto con forma de cápsula. Todos estos caracteres varían dependiendo del cultivar que plantemos o estudiemos.
Entre los tulipanes mas cultivados tenemos los tulipanes papagayo, los Rembrandt, los tulipanes Darwin, los de flores sencillas y aquellos que presentan flores dobles. Todos ellos derivan de diferentes cruces de especies entre las que podemos destacar Tulipa gesneriana, Tulipa suaveolens, Tulipa bakeri, Tulipa clusiana o Tulipa tarda.
Cabe destacar que la siembra de este bulbo, en nuestra latitud, se realiza durante finales del otoño y comienzos del invierno para que su floración se produzca durante la primavera. Las cebollas o bulbos se pueden sembrar a unos 10 cm de profundidad en cualquier tipo de recipiente o lugar, desde rocallas, parterres o macetas, aunque es importante que, sea donde sea, el sustrato debe tener un buen drenaje y materia orgánica abundante. Deben estar expuestos al sol, aunque es importante que, para su desarrollo óptimo, sufran un periodo de temperaturas bajas. La floración puede ser temprana o tardía.
Aunque se pueden conseguir tulipanes a través de semillas, para estas plantas se utilizan medios de reproducción vegetativa, como la separación de bulbillos y su cuidado y crecimiento, técnicas también utilizadas con otras plantas de la misma familia (Liliaceae) pero que presentan grandes dificultades en este género dadas sus particulares exigencias agroecológicas
Como curiosidad decir que, en el lenguaje de las flores y dependiendo del color de la misma, el tulipán expresa declaraciones de amor (rojo), amor desesperado (amarillo) o perdón (blanco). Su significado general es el de respeto y fidelidad.

lunes, 8 de marzo de 2010

Consideraciones (VII). De tiestos.


Cuando hablamos de terrazas y balcones tenemos que hablar inevitablemente de tiestos, macetas y jardineras, todos aquellos recipientes que contienen el sustrato y las plantas que darán vida a nuestro proyecto de jardinería en altura.
En primer lugar hemos de hablar de los tipos de materiales con los que se elaboran los recipientes utilizados en la plantación de las especies vegetales. Atendiendo a ello existen dos tipos de tiestos, aquellos que están hechos a base de productos naturales y los que están fabricados de materiales sintéticos.
En el primer grupo distinguimos las macetas y jardineras fabricadas con barro o arcilla, estas pueden ser artesanas, donde entra un componente creativo, o fabricadas en serie con todo tipo de moldes. Son, junto con las de plástico, las más utilizadas aunque su precio también es más alto. Aunque las hay de todas formas y tamaños, se pueden subdividir en dos tipos, las esmaltadas y aquellas que no lo están. Las que se presentan en forma más simple y rústica, al estar elaboradas con un producto natural y sin protección añadida, son más porosas y permiten que rezume el agua sobrante durante el riego, así como, al entrar en contacto con la intemperie, se deterioran fácilmente con el paso del tiempo. En cambio, las esmaltadas, son más duraderas pero no permiten tanto intercambio de humedad con el exterior.
En el segundo grupo encontramos aquellos recipientes elaborados con materiales vegetales.
En un primer tipo distinguimos aquellos que están hechos a base de madera, generalmente de pino, teca u otras maderas de bajo coste, que pueden tener diferentes tipos de acabado, desde rústicos que incluyen la corteza, hasta pulidos y de formas más complejas. Cabe destacar que este tipo de macetas se pueden utilizar con fines decorativos o de forma más práctica, en la cual entraría en contacto el interior del recipiente con el sustrato y las raíces de las plantas. Esta última utilización entraña ciertos problemas ya que puede ocasionar la podredumbre del tiesto, al ser material biológico que al interaccionar con el agua, los factores de crecimiento de las raíces y las inclemencias meteorológicas vería acelerado su deterioro. Llamar la atención también, sobre los contenedores fabricados con madera de pino ya que esta contiene sustancias químicas que inhiben la germinación y el crecimiento radicular de otras plantas (sustancias alelopáticas) lo que podría tener su repercusión sobre las plantas que queramos utilizar.
Por otro lado tenemos las macetas elaboradas con restos vegetales (restos de madera y hojas, capas muscinales o fibras vegetales) compactados en forma de tiesto. Aunque este tipo de recipientes se han utilizado de una manera mas especializada, sobre todo en jardines botánicos y en viveros, para el desarrollo de plantas epifitas –que viven sobre otros vegetales- como representantes de las familias Orchidiaceae o Bromeliaceae, en los últimos tiempos se está generalizando su uso en jardineras colgantes de las grandes ciudades o a nivel doméstico. Estos recipientes presentan ventajas como la de un mayor intercambio de agua y gases atmosféricos con el exterior, aunque también inconvenientes como el ser fácilmente degradables, por lo que con el tiempo es necesario sustituirlos por otros, o el tener un coste elevado ya que su uso no está generalizado, asunto relacionado directamente con la ley de la oferta y la demanda.
El tercer grupo esta constituido por recipientes metálicos de hierro, acero, acero inoxidable, aluminio, hojalata o cobre, entre otros. Son recipientes con precios variables dependiendo del valor que en el mercado tengan dichos metales. No son materiales porosos por lo que el intercambio de sustancias con el exterior es nulo, lo que obliga a realizar orificios para el buen drenaje del recipiente. Por otro lado son contenedores ligeros y de fácil manejo. Algunos de ellos hay que impermeabilizarlos ya que corren el riego de verse expuestos a la corrosión. Aunque pueda parecer que son recipientes inocuos no lo son ya que, por lo general, los metales, al entrar en contacto con el agua, pueden liberar iones que pueden alterar la naturaleza y propiedades del sustrato y por tanto afectarían a las plantas que contienen. Para que esto no suceda se suelen recomendar recipientes de acero inoxidable o aluminio.
En último lugar nos encontramos aquellos recipientes fabricados con materiales sintéticos como los polímeros derivados del petróleo u otras sustancias plásticas. Son los más utilizados junto con los primeros debido a su bajo precio, su ligereza y su vida media. A ello hemos de añadir que los hay de todos los tamaños, formas y colores, e incluso destacar que muchos vienen equipados con dispositivos de riego y eficacia hídrica. A pesar de que en un principio eran bastante frágiles y herméticos, en la actualidad se han desarrollado nuevos materiales más resistentes y que son capaces de establecer una comunicación entre el medio interno y el externo.
Como nota a esta enumeración de tipos de jardineras y tipos de contenedores decir que, cualquier objeto con una cavidad, desde un bol a una taza, desde un lavabo hasta una teja, puede servirnos como lugar de siembra y plantación.
Y ahora llega el turno de la opinión. En cuanto a la estética he de decir que siempre prefiero los tiestos fabricados con materiales naturales ya que se integran de manera más eficaz en el entorno y prestan un servicio más completo a nuestras plantas a pesar de ser más caros. Si atendemos al aspecto práctico, al confort que ofrecen a nuestras plantas, elegiría de entre todos, aquellos hechos de barro o arcilla, ya que es la materia prima que más se parece al medio natural que alberga las raíces de cualquier planta, la tierra, y por tanto con un comportamiento parecido. Y nada más…

miércoles, 3 de marzo de 2010

Narcisos que anuncian la primavera



Hoy le llega el turno a una de mis plantas favoritas y que también florece en la primavera temprana, el narciso (género Narcissus). Esta planta que nació en el lugar donde un joven griego del mismo nombre se suicidó al quedar prendado de su propia imagen mientras la miraba reflejada sobre el agua, es del grupo de las Monocotiledóneas, y pertenece concretamente a la familia Amaryllidaceae. Es una planta bulbosa, que se naturaliza con gran facilidad (no es necesario adquirir bulbos todos los años…, es lo que más me gusta: lo práctica que es). Sus bulbos tunicados se suelen sembrar durante el otoño y comienzan a brotar durante el invierno, aunque su floración tiene lugar a comienzos de la primavera. Necesita un sitio luminoso aunque no excesivamente soleado y, aunque resiste bien las temperaturas invernales, no soporta los climas extremos ya que todos los representantes de este género proceden de la cuenca mediterránea y de Europa occidental. El sustrato requerido debe tener un buen drenaje, ser húmedos y con gran cantidad de materia orgánica.
Las plantas están constituidas por un conjunto de hojas verdes oscuras, basales, lineares, acanaladas, erectas, con una longitud media de 30 cm, que suelen nacer envainadas y en número variable (2-6). Las flores pueden ser solitarias o en grupo, todas ellas dispuestas sobre un pedúnculo carnoso o escapo floral que puede o no sobrepasar la longitud de las hojas. Las flores son de aspecto tubular, formadas por dos zonas muy diferenciadas: un perianto que consta de 6 segmentos triangulares, lanceolados u oblongos, más o menos estrechos, y una zona llama corona con aspecto de tubo en cuyo interior se disponen los estambres (6) y el gineceo (estigma). Tras la fecundación de las flores aparece el fruto en forma de cápsula trimera. Se recomienda que una vez pasada la floración no se eliminen las hojas y se dejen marchitar por sí solas, ya que esto favorece la proliferación de nuevos bulbillos y una mejor floración la próxima temporada.
De los 1000 cultivares que existen en la actualidad, la mayor parte poseen colores que van desde el blanco hasta el amarillo anaranjado, aunque existen híbridos de muy llamativos colores como el rojo o el escarlata. En su entorno natural crecen en prados húmedos y zonas próximas a cursos de agua y muchos de ellos están protegidos por la legislación vigente.
Como curiosidad decir que llama la atención el que presenten sustancias alelopáticas, es decir, compuestos químicos que inhiban el crecimiento de otras plantas próximas a ellas, así como otro tipo de compuestos que hayan sido utilizados en la farmacopea recientemente.
Foto: Narcissus papyraceus

jueves, 25 de febrero de 2010

¿Lirios? Sí, gracias.


No sólo los jacintos comienzan a despertar, sino que son muchas plantas las que comienzan a brotar con los primeros rayos del sol y el fin de las interminables heladas con las que nos ha cubierto el frío invierno. Aunque pueda parecer obvio, son muchas las representantes que del grupo de las Monocotiledóneas que nos visitan de manera temprana. Entre estas hoy quiero destacar las que pertenecen al género Iris, también conocidas como lirios (esta nombre, como cualquiera de los vernáculos, designa a muchas plantas de distintos géneros y familias).
Esta planta recibe este nombre latino ya que presenta una gran variedad de coloraciones, como el arco iris o la Iris de la mitología griega, esa mensajera de los dioses que establecía un puente entre el mundo de los mortales y los reinos celestes.
La anatomía de este género quedaría descrita diciendo que son plantas casi perennes, de biotipo geofitico que poseen rizomas o bulbos, De entre todas las especies de este género, la más conocida y cultivada –casi 200 variedades- es Iris germanica L., con pétalos de un color entre azul y morado, y conocida como lirio común, lirio barbado, lirio cárdeno o lirio alemán.
El lirio alemán, aunque procede del sur de Europa, probablemente de la región mediterránea, destaca por su capacidad para adaptarse a cualquier tipo de suelo, llegándose a considerar una planta invasora por su rapidez de propagación de sus rizomas rastreros (otrora utilizados en los filtros mágicos amorosos) y lo competitivo de sus cultivares frente a otras especies -soporta bien las temperaturas extremas, aunque necesita cierta humedad-. Cada individuo está formado por 3-10 hojas basales, erguidas, lineares, de hasta 70 cm de largo y entre 1,5-3,5 cm de ancho. Su color es de un verde lustroso, a veces ligeramente céreo, ceniciento. Las inflorescencias emergen sobre un tallo o escapo terminal que puede alcanzar los 90 cm de altura y queda recubierto en su primera mitad por un conjunto de hojas y aparece descubierto conforme ascendemos en él. Sobre él se disponen de 3 a 5, raramente 6, flores en forma espiga, sobre pedúnculos de 10-15 cm. Estas flores son grandes, fragantes, de aspecto frágil, casi evanescente. El periantio esta formado por seis piezas. Se observan tres tépalos de 8-12 cm de largo, obovados, con una banda longitudinal pilosa dispuesta sobre la nervadura central, cercana al gineceo, de color claro, frecuentemente blanca o amarilla. Estos tépalos se encuentran curvados hacia el exterior, de ahí que reciban el nombre de tépalos externos. Alternados con éstos, se encuentran los tépalos internos, más grandes que los anteriores, oblongos y dirigidos hacia arriba, erectos (algunos autores los llaman estandartes). El color de estas piezas va del azul al morado intenso, frecuentemente purpúreos o violáceos, aunque raramente podemos dar con variedades blancas, amarillas e incluso rojizas.
Y, esperando que llegue la primavera y florezcan de manera rotunda, avisándonos de que en breve llegará el verano, les dejo hasta la próxima cita con el mundo vegetal.

lunes, 22 de febrero de 2010

De jacintos...



El jacinto (gen. Hyacinthus), como muchas especies de la familia de las Liliaceae (Monocotiledóneas), familia de plantas que cuenta con muchos geófitos (palabra técnica que se refiere a plantas bulbosas o rizomatosas), es muy adecuado para aportar un poco de color a los últimos coletazos del invierno y los primeros días primaverales, sobre todo en estas latitudes, donde sus bulbos comienzan a germinar de manera natural a finales de febrero o comienzos de marzo (más o menos, ya saben que la vida no es pura matemática). A veces también se utiliza en prados, parterres o rocallas otoñales.
Es una planta propia de la zona mediterránea, concretamente del Mediterráneo oriental -Asia Menor y la Península Balcánica-.
El jacinto se suele encontrar comercializado en forma de bulbos o cebollas, cuya forma recuerda a la de un queso de tetilla. Son de tamaño medio aunque voluminosos (aproximadamente de las dimensiones de un huevo de gallina) que, dependiendo de la variedad, presentan coloración en la parte externa o túnica -generalmente un color púrpura-. Hay que cuidar que sean bulbos de consistencia dura y que no presenten manchas ni roturas.
La siembra de estos bulbos se realiza en un sustrato turbo-arenoso ya que ha de tener un buen drenaje porque sus raíces no soportan fácilmente el encharcamiento. La siembra de los bulbos puede realizarse con estos completamente hundidos bajo la tierra, a una profundidad no superior a los 10 centímetros, o dejando la parte superior del bulbo, la puntiaguda (2/3 de la misma), sin cubrir de sustrato. Últimamente, sobre todo en el segundo tipo de siembra, la capa superior de tierra se suele tapizar de una corteza muscinal (musgo), seguramente para regular la humedad y proteger la superficie del bulbo que queda a la intemperie. También decir que es una planta que soporta la competencia, es decir, las cebollas se pueden plantar próximas las unas de las otras.
Otro tipo de plantación es la que se realiza en los llamados jacinteros, recipientes de vidrio con una zona inferior alargada y estrecha que se ensancha hacia la base en forma de copa. En la zona superior se ubica el bulbo, mientras que la inferior se llena de agua a la que se añade una cucharadita de sal común o un trocito de carbon mineral. La cebolla no ha de entrar en contacto con el agua, sino que serán las raíces, movidas por el higrotropismo, las que llegarán hasta esta para llevar a cabo la nutrición de la planta.
Ubicado en un lugar soleado y tras ser regado de manera constante y regular aunque con poca cantidad de agua, se vislumbrarán las hojas que forman la roseta basal y los primeros estadios de la inflorescencia.
Una vez alcanzada la madurez, la planta rebasará, aproximadamente, los 20-30 centímetros de altura, quedando constituida por una roseta basal de 4-6 hojas, lineares, ligeramente crasas que pueden rebasar o no a la inflorescencia, y una, dos o varias (dependiendo de la variedad) inflorescencias de tipo espiga-racimo dispuesta sobre un pie o escapo grueso. Sobre la inflorescencia se reúnen flores con perianto formado por 6 tépalos que pueden ser de color diverso -azules, rojos, amarillos o blancos- y de diferentes tonalidades. Poseen un perfume fragante y delicado.
La reproducción del jacinto se puede realizar de manera sexual o asexual, predominando en jardinería esta última para lo que se realizan unos cortes en un bulbo para que proliferen bulbillos que se transplantarán y conservarán en diferentes tipos de sustratos durante periodos de tiempo largos (incluso años) para su engorde y madurez.
Aunque como planta ornamental sea sobradamente conocida y de la que existen multitud de variedades (en el siglo XVIII se llegaron a cultivar en los Países Bajos, su principal productor desde entonces, hasta 2000 de estas variedades), entre las que destacan los cultivares de “City of Haarlem” –amarillo-, “Carnegie” –blanco-, “Jan Bos” –rojo- o “Delft Bleu” –azul-, todas ellas derivan de la especie Hyacinthus orientalis L.
Para terminar, una nota romántica... En la simbología, el jacinto representa una señal de luto. Seguramente este significado procede del mito griego en el que, Jacinto, un hermoso joven amado por el dios Apolo, muere a consecuencia del golpe que recibe por el disco que lanza el segundo para impresionarlo. Apolo, afligido por el trágico suceso, transforma la sangre que brota del cuerpo de Jacinto en una flor sobre la que derrama sus lágrimas.
Y poquito más…

lunes, 15 de febrero de 2010

Consideraciones (VI). El croquis.

El artista y, en general, todo aquel que trabaja con volúmenes, con materiales, antes de coger el pincel o el escoplo, necesita realizar un planteamiento, en el que se pregunta qué busca transmitir con su obra. Para ello, la mayoría de los artistas han de realizar un trabajo previo en el que estudian el color, las proporciones o la armonía entre los elementos, en definitiva, todos los aspectos técnicos que pueden de uno u otro modo alterar el resultado final del trabajo. De este trabajo previo nace el boceto, que en nuestro caso pasa a llamarse croquis.
El croquis es un trabajo importante y que, aunque lleve su tiempo, nos ayuda a desechar ideas que hemos preconcebido a través del binomio ensayo-error que, claro está, sobre el papel es menos costoso, tanto temporal, como monetariamente.
Aunque en la actualidad los paisajistas profesionales utilizan programas informáticos que nos pueden proveer de una imagen tridimensional muy próxima a la realidad, un servidor es mas partidario de los métodos tradicionales, sobre todo por la creatividad que llevan consigo.
Generalmente, en el croquis de nuestra terraza debemos incluir tres aspectos: la planta, una representación tridimensional de la terraza y la vista exterior que ofrece. No es necesario que aspiremos a representaciones gráficas propias de un arquitecto, pero sí, al menos, a esquematizar lo que pretendemos.
Para elaborar el croquis de la planta cogeremos lápiz y papel y realizaremos el dibujo del contorno geométrico que presente el suelo de nuestra terraza, teniendo en cuenta las esquinas y las longitudes de cada línea que lo delimita, eso sí, a una escala menor y guardando ciertas proporciones, prestando gran atención a la anchura y longitud generales del espacio, ya que estas dos dimensiones nos van a condicionar aspectos fundamentales sobre los que descansa la colocación y siembra de las plantas. Por ejemplo, si un balcón es estrecho y largo, no podremos colocar macetas en el suelo ya que, al impedir el paso con holgura, perdería su función de espacio recreativo. Si por el contrario, la terraza a transformar fuese de planta cuadrangular y de grandes dimensiones, disponer tan solo un par de macetas en toda la superficie sería una opción ridícula.
En el caso de la representación tridimensional de la terraza o balcón debemos resaltar cualidades como la altura de los muros y el techo, la barandilla, la profundidad, los claroscuros o la coloración de las paredes.
En tercer lugar, si realizamos un croquis sobre el aspecto exterior que ofrece la terraza o el balcón, ubicaremos en un marco espacial este espacio, lo que nos facilitará las decisiones sobre qué elementos y especies embellecen más el lugar elegido.
En estos tres bocetos hemos de incluir las plantas de pretendemos hacer crecer. Existen dos formas para hacerlo. Por un lado, si tenemos conocimientos sobre las plantas que queremos ubicar y tenemos clara su disposición, llevaremos a cabo el bosquejo de lo que hemos preconcebido en nuestra mente. Si por el contrario, no tenemos ni idea de lo que buscamos, es preferible jugar con los lápices, las aguadas de colores, el tamaño de las plantas y sus formas, mil y una veces, hasta encontrar el efecto deseado o varias alternativas que nos gusten.
Respecto a los colores, unas consideraciones. Si bien es cierto que la naturaleza y las especies vegetales nos proveen de cientos de tonalidades dentro de la gama cromática, en este punto inicial no nos debemos preocupar por ello, ya que lo que nos interesa son los contrastes entre los colores básicos (ver diagrama cromático y la complementariedad entre unos y otros). Lo que sí debemos tener en cuenta son los diferentes colores primarios o secundarios que puede presentar una planta, atendiendo principalmente a las hojas y las flores, y, de manera secundaria a los tallos e incluso los frutos (básicos en la jardinería oriental).
Considerando la forma y el tamaño, tenemos dos factores: el tamaño relativo de las plantas dentro de un marco de referencia -en este caso la terraza- que nos da una idea de cuales son las especies mas grandes y cuales las pequeñas, y la forma de crecimiento de las mismas (colgantes, trepadoras, almohadilladas, pulvinulares, cónicas, herbáceas, etc.). Este pequeño estudio se convierte así en un análisis geométrico de la vegetación de nuestro espacio, combinando las distintas posibilidades que tenemos dentro de un mismo sistema.
Cabe decir que el croquis siempre es orientativo y no representa el resultado final del trabajo, sobre todo si tenemos en cuenta que en la jardinería en altura se nos presenta una ventaja que no existe en la jardinería horizontal o convencional: la flexibilidad a la hora de ubicar las especies vegetales ya que estas crecen en lugares movibles. Por ello, no hace falta que entremos en muchos mas detalles, simplemente tendremos en cuenta aspectos que intervengan en la fisionomía del espacio.
Para terminar este punto, es importante atender a una premisa esencial: el artista como el paisajista no ha de tener pánico a la página en blanco, al espacio vacío. Intentar todas las posibilidades, buscar alternativas y errar son las herramientas básicas de cualquier creador.

lunes, 8 de febrero de 2010

Consideraciones (IV). La ubicacion del espacio.


Nuestras terrazas y balcones, no sólo dependen del edificio donde estén situadas, lo que condiciona factores como la orientación y la climatología, sino que también están relacionados con el tipo de ciudad en los que se encuentren.
La tendencia que en los últimos años ha llevado a la construcción desorbitada, ha cambiado la fisionomía de nuestras ciudades notablemente, obligando a dar un aspecto, si cabe, mucho más gris, pese a los esfuerzos por desarrollar nuevas zonas residenciales con zonas ajardinadas y parques circundantes que se pueden considerar oasis en medio de los desiertos asfálticos de las grandes ciudades. Esta es la primera razón por la que alguien decide dotar de un trozo verde a su vivienda y así, hacerse paso entre el uniforme perfil de las grandes moles de ladrillo.
Además de esa finalidad estética existe otra más relacionada directamente con la salud: luchar contra la polución existente, otro de los factores a los que tienen que hacer frente las plantas que se siembren en zonas próximas a las arterias de circulación de las ciudades.
Existen plantas sobre las que la polución actúa de manera negativa (se pueden observar reacciones como hojas necrosadas o con manchas). Si a ello añadimos que la acción combinada entre la humedad ambiental y la temperatura de ciertas zonas urbanas favorece la apertura estomática, los efectos de dicha polución serás más graves.
Otras especies presentan un comportamiento indiferente a la contaminación atmosférica, como el boj, la hiedra o las especies de hoja lauroide (laurel o durillo).
Por último y en lo que se refiere a este tema, cabe decir que existen especies cultivadas que son capaces de almacenar materiales nocivos, bien sean de origen atmosférico o a través del riego y que, en el mejor de los casos –recordemos que no es el fin de nuestras prácticas-, pueden servir como pequeñas estaciones depuradoras.
De todos modos, no sólo en las grandes ciudades hay amantes de las plantas. También en ciudades más pequeñas, con una mejor calidad de vida, proliferan jardineros que desean adecentar sus terrazas y balcones, cuyas creaciones tienen en común con las que se pueden encontrar en las anteriores, una misma cosa: hacerle frente a la altura. El incremento en el número de alturas de los edificios habitados, a primera vista no nos parece un factor a tener en cuenta a la hora de sembrar aquella o esta planta, casi una estupidez, pero si consideramos una terraza dispuesta en un piso décimo respecto a una ubicada en un bajo, podremos constatar que existe una diferencia de unos dos grados centígrados entre la una y la otra, lo que puede aumentar el riesgo de heladas o los efectos de estas.
A pesar de lo dicho anteriormente, estos dos tipos de ubicaciones presentan una diferencia notable. Las grandes capitales –véanse Madrid o Barcelona- poseen una temperatura superior (uno o dos grados centígrados) a otras localidades pequeñas, ya que debido a la industria y al aumento de los gases de combustión, se instala en las capas inferiores de la atmósfera una capa que evita la pérdida de las radiaciones, lo que se conoce como “efecto invernadero local”. Por el contrario, en los municipios más abiertos, generalmente dispuestos sobre superficies llanas, la temperatura desciende notablemente.

viernes, 5 de febrero de 2010

Citas jardineras


Un jardinero no debe ser impaciente. Las flores necesitan tiempo para desarrollarse; si se intenta apresurar su crecimiento, se les hace más mal que bien. Se las puede proteger contra los elementos, se las puede dar de comer y de beber, pero no resulta difícil matarlas si se las proporciona demasiada comida o bebidas demasiado fuertes. Ellas responden a la simpatía; son capaces de soportar tratamientos extremadamente duros. En resumen, se parecen mucho a los seres humanos.

Alexander Fleming
Ilustracion: Marta Chirino Argenta

lunes, 1 de febrero de 2010

Consideraciones (IV). El espacio.




Otro de los aspectos a tener en cuenta en la jardinería vertical es el espacio del que disponemos para realizar nuestro pequeño proyecto de jardinería.
Aunque es cierto que el resto de la casa también puede albergar plantas en mayor o menor medida debemos plantear nuestro trabajo en lugares concretos que, generalmente son exteriores y dotados de luz. Por lo general, este espacio es, comparado con el resto de las dependencias, reducido, limitándose a unos pocos metros cuadrado. Pese a esta limitación espacial, el amante de la jardinería tiende a sembrar cualquier rincón, por mínimo que sea, un pequeño cactus o un bulbo de azafrán. Esta es una realidad que no podemos consentir. La jardinería es un trabajo que persigue el embellecimiento de un lugar, de manera que pueda utilizarse como lugar de recreo o sea simplemente contemplativo. Si atiborramos y congestionamos un balcón de plantas sin orden ni concierto, este perderá su acento estético y se convertirá en la burda imitación de una selva descontrolada… El espacio tiene un lenguaje especial, habla de una manera armónica, nunca disonante. De este modo, puede expresar más una gardenia sobre una vieja mesa que un patio atestado de todo tipo de plantas. Evidentemente, en el caso de la jardinería vertical, esto tiene solución la mayor parte de las veces, ya que las especies vegetales suelen estar plantadas en tiestos, lo que facilita su colocación, así como moverlas de un lado a otro, hasta configurar el efecto visual deseado. Esta cuestión se abordará más detenidamente a posteriori, cuando nuestras plantas germinen y alcancen un tamaño considerable.
Otra cuestión a tener en cuenta es el hecho de que este espacio se encuentre abierto al exterior, como las terrazas y los balcones, o, por el contrario, este protegido de las condiciones atmosféricas por medio de una cristalera, lo que provocaría un efecto invernadero en dicho espacio y facilitaría así el desarrollo de especies térmicas.
También debemos prestar atención a los elementos que hay, como pueden ser las barandillas, columnas, pilastras, si existen cornisas y muretes u otras estructuras que pueden condicionarnos.
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