martes, 13 de abril de 2010

La primavera parisina




Cuando uno viaja, va tomando nota, no sólo de los monumentos, sino de otras cuestiones como pueden ser los estilos paisajísticos que se estilan en el lugar que visitamos o de especies vegetales con las que no estamos acostumbrados a toparnos todos los días.
La pasada Semana Santa estuve andurreando por París; entre sus plazas, sus calles, sus jardines y la multitud de floristerías que afloran en cada esquina. La sensación fue muy agradable, sobre todo si tenemos en cuenta que acompañaba una climatología bastante agradable (para estar en el extremo noroccidental de Francia, claro está).
Les podría contar millones de cosas relacionadas con las plantas que habitan en la Lutecia romana, desde el estilo geométrico de sus jardines hasta lo curioso de algunas jardineras a modo de gigantescos cestas fabricadas de mimbre (una idea que voy a intentar exportar…je, je, je), pero creo que puedo resumir este periplo por el país vecino con la sola imagen de un arbolillo florido, la Magnolia liliflora.
La familia de las Magnoliaceae, que lleva ese nombre en honor al botánico francés (¡no he podido elegir mejor especie para comentar!) Pierre Magnol, se puede considerar una de las familias ancestrales de las actuales plantas con flores, de lo que da buena cuenta el registro fósil, y está relacionada con la familia de las Amborellaceae y las Lauraceae (familia botánica del laurel). Son plantas de porte arbóreo, como Magnolia grandiflora -hasta 30 metros de altura- o Liriodendron tulipifera, el tulipero de Virginia, o de biotipo arbustivo de grandes dimensiones (arbolillos de hasta 5 metros) como la especie que aquí describimos. Aunque son plantas originarias de Norteamérica y Asia -ésta concretamente de China- en nuestras latitudes las podemos encontrar como plantas ornamentales, cultivadas así en parques y jardines. Entre las 120 especies que forman la familia existen unas con hojas persistentes y otras caducas. Las hojas suelen ser simples, brevemente pecioladas, de un tamaño medio-grande (hasta 20 cm), ovado-oblongas, a veces lustrosas, coriáceas y brillantes como Magnolia grandiflora, otras mate y glabras como las de Magnolia liliflora. Algunas, como las del género Lirodendron, presentan cuatro lóbulos. La época de floración es variable produciéndose entre la primavera y el verano. Las flores son terminales, solitarias, grandes, vistosas, de colores claros, que van desde el blanco hasta el púrpura. Están formadas por piezas tepaloides de 10-12 cm dispuestas sobre un eje cónico sobre el que se disponen de forma helicoidal como los estambres que forman el androceo. El gineceo esta constituido por multitud de carpelos que tras la fecundación darán lugar a un pseudofruto cónico y polilocular con semillas de coloraciones de oscuras a rojas.
El cultivo de estas plantas, aunque no incluye muchos cuidados, requiere un clima sin temperaturas extremas, insolación media –semisombra- y con una humedad ambiental de tipo medio-alto. Su crecimiento es lento.
Como curiosidad he de decir que las he visto cultivadas como bonsáis, concretamente la especie en la que me inspirado para este artículo de hoy, con una floración decididamente sublime. ¡Lástima que sea demasiado grande para mi balcón!

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