martes, 8 de junio de 2010

Sempervirentes...




Llega el calor y con él las ganas de descansar, echarse a la bartola y dejar que la brisa de la tarde refresque la piel. Por mi parte todavía no he decidido que hacer con mi cuerpo serrano estas vacaciones de verano…, si a ustedes les pasa otro tanto les recomendaría que visitasen las Islas Canarias, uno de los paraísos más hermosos de nuestra geografía, y degustar bajo las faldas de los volcanes las papas con mojo picón, otra delicia que acompaña a la flora que las habita. Y de eso precisamente hablaré hoy, de plantas canarias…
Muchas veces, en la parte más soleada de nuestros balcones y terrazas no crece ni una mala yerba, por lo que nos vemos obligados a ubicar un pequeño desierto entre los tiestos y nos olvidamos de que existen plantas adaptadas a estos medios secos que reciben insolación constante. Entre estas (de las que hablaré las próximas semanas) destaca el género Aeonium, una planta que pertenece a la flora macaronésica y de la que las Islas Canarias cuentan con una treintena de especies (más o menos). También llamadas siemprevivas, punteras, bejeques o aeonios (del griego “aeonion” que significa “eterno”), pertenecen a la familia Crassulaceae, es decir, a las plantas suculentas o crasas, característica que las define aunque no es exclusiva de ellas, ya que también encontramos este tipo de carácter adaptativo en representantes de otras familias como por ejemplo las Cactaceae.
El género Aeonium es un nanofanerófito, es decir, plantas de tipo arbustivo que pueden alcanzar un metro de altura, que está provisto de un tallo, verde en la juventud y pajizo en la madurez, que se ramifica ligeramente y sobre el que se disponen, casi siempre apicalmente, rosetas de hojas. Las hojas, de lanceoladas a espatuladas-obovadas y acuminadas, son crasas, de color verde brillante, aunque en la zona más externa pueden presentar coloraciones purpúreas, rojizas o violáceas, en mayor o menor grado, cuando sufren fuerte insolación. Se encuentran provistas de tricomas o pilosidades blanquecinas en el margen.
Sus flores aparecen en la madurez y generalmente durante el invierno, dispuestas sobre una inflorescencia que parte de la prolongación de los tallos. Sobre la espiga de unos 15-20 cm de longitud, se sitúan las flores, pentámeras, de blancas a amarillas, que tras la fecundación originan unas cápsulas. Tras florecer, la rama entera suele morir.
Aunque su reproducción por semillas es algo difícil, existen cultivares híbridos de este género con ejemplares provistos de coloraciones bastante llamativas, muy comercializados en comercios especializados.
Se reproducen fácilmente por esqueje y son muy recomendadas para todo tipo de tiestos con dimensiones variadas, así como para rocallas. Requiere suelos ligeramente arenosos y drenados, además de un riego regular y exposición al sol. Aunque es resistente a pequeñas heladas, conviene resguardarla de las inclemencias invernales en lugares donde esta época sea dura.
Y tras tanta descripción, ¡me voy a disfrutar del sol!
Imágenes (de arriba hacia abajo): 1. Aeonium arboreum, 2. A. tabulaeforme, 3. A. arboreum var. atropurpureum

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