martes, 4 de mayo de 2010

Maravillas




Además de sentir gran afecto por esta planta (me recuerda a la niñez, fue uno de esos aguijones que me envenenaron con el arte botánico, me huele a cuando mi hermana y yo pululábamos por la huertas vecinas a golpe de pedal y bicicleta y enganchábamos cualquier simiente, cualquier esqueje, y lo llevábamos orgullosos a la nuestra), la caléndula, maravilla, corona del rey o flamenquilla es una de las plantas más agradecidas que conozco, quizá por considerarse casi como una planta silvestre, más por los pocos requerimientos ecológicos que necesita (indiferente edáfica, riego ocasional y exposición soleada), que por nacer de forma espontánea.
La Calendula officinalis pertenece a la familia Asteraceae (también Compositae) y es una planta vivaz, de biotipo hemicriptófito dado que presenta partes leñosas (sobre todo en la base) cuando alcanza la madurez. Es una planta propia de la zona mediterránea, teniendo su origen en Egipto, y muy extendida por todo el Globo gracias a las propiedades, tanto medicinales, como de otra índole que se le suponen.
Esta planta anual o perenne, dependiendo de las temperaturas de la zona en la que se desarrolle, alcanza una altura máxima de 60 cm. Posee hojas simples, alternas, de color verde claro, ligeramente pilosas, de oblongo-lanceoladas a espatuladas y que alcanzan casi los ápices de los tallos. La floración de esta planta sucede durante todo el año, aunque sea más llamativa y abundante durante la primavera. La inflorescencia, como la del resto de las representantes de la misma familia, tiene forma de capítulo, con un diámetro de 3-7 cm y presenta dos tipos de flores, unas periféricas y liguladas y otras centrales y tubulares. Generalmente son de color anaranjado, aunque la tonalidad puede ir desde el amarillo al rojo.
Tras la fecundación se produce un fruto compuesto por aquenios dehiscentes con forma curva, ligeramente alados lateralmente y con protuberancias espinosas en el dorso.
En la actualidad existen numerosos cultivares de esta planta que multiplican los verticilos de las flores liguladas de la inflorescencias, aproximándose así al aspecto de otras compuestas como los crisantemos, las dalias o los ásteres.
La caléndula, además de ser un buen repelente de los insectos, se ha utilizado desde tiempos remotos para paliar todo tipo de afecciones dermatológicas, véanse úlceras, eczemas o heridas superficiales, ya que la flor produce antibióticos y antisépticos naturales, así como colorante alimentario en lugar del tradicional azafrán. Su aceite esencial también es muy apreciado.
¡Y que viva la primavera!

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