jueves, 25 de febrero de 2010

¿Lirios? Sí, gracias.


No sólo los jacintos comienzan a despertar, sino que son muchas plantas las que comienzan a brotar con los primeros rayos del sol y el fin de las interminables heladas con las que nos ha cubierto el frío invierno. Aunque pueda parecer obvio, son muchas las representantes que del grupo de las Monocotiledóneas que nos visitan de manera temprana. Entre estas hoy quiero destacar las que pertenecen al género Iris, también conocidas como lirios (esta nombre, como cualquiera de los vernáculos, designa a muchas plantas de distintos géneros y familias).
Esta planta recibe este nombre latino ya que presenta una gran variedad de coloraciones, como el arco iris o la Iris de la mitología griega, esa mensajera de los dioses que establecía un puente entre el mundo de los mortales y los reinos celestes.
La anatomía de este género quedaría descrita diciendo que son plantas casi perennes, de biotipo geofitico que poseen rizomas o bulbos, De entre todas las especies de este género, la más conocida y cultivada –casi 200 variedades- es Iris germanica L., con pétalos de un color entre azul y morado, y conocida como lirio común, lirio barbado, lirio cárdeno o lirio alemán.
El lirio alemán, aunque procede del sur de Europa, probablemente de la región mediterránea, destaca por su capacidad para adaptarse a cualquier tipo de suelo, llegándose a considerar una planta invasora por su rapidez de propagación de sus rizomas rastreros (otrora utilizados en los filtros mágicos amorosos) y lo competitivo de sus cultivares frente a otras especies -soporta bien las temperaturas extremas, aunque necesita cierta humedad-. Cada individuo está formado por 3-10 hojas basales, erguidas, lineares, de hasta 70 cm de largo y entre 1,5-3,5 cm de ancho. Su color es de un verde lustroso, a veces ligeramente céreo, ceniciento. Las inflorescencias emergen sobre un tallo o escapo terminal que puede alcanzar los 90 cm de altura y queda recubierto en su primera mitad por un conjunto de hojas y aparece descubierto conforme ascendemos en él. Sobre él se disponen de 3 a 5, raramente 6, flores en forma espiga, sobre pedúnculos de 10-15 cm. Estas flores son grandes, fragantes, de aspecto frágil, casi evanescente. El periantio esta formado por seis piezas. Se observan tres tépalos de 8-12 cm de largo, obovados, con una banda longitudinal pilosa dispuesta sobre la nervadura central, cercana al gineceo, de color claro, frecuentemente blanca o amarilla. Estos tépalos se encuentran curvados hacia el exterior, de ahí que reciban el nombre de tépalos externos. Alternados con éstos, se encuentran los tépalos internos, más grandes que los anteriores, oblongos y dirigidos hacia arriba, erectos (algunos autores los llaman estandartes). El color de estas piezas va del azul al morado intenso, frecuentemente purpúreos o violáceos, aunque raramente podemos dar con variedades blancas, amarillas e incluso rojizas.
Y, esperando que llegue la primavera y florezcan de manera rotunda, avisándonos de que en breve llegará el verano, les dejo hasta la próxima cita con el mundo vegetal.

lunes, 22 de febrero de 2010

De jacintos...



El jacinto (gen. Hyacinthus), como muchas especies de la familia de las Liliaceae (Monocotiledóneas), familia de plantas que cuenta con muchos geófitos (palabra técnica que se refiere a plantas bulbosas o rizomatosas), es muy adecuado para aportar un poco de color a los últimos coletazos del invierno y los primeros días primaverales, sobre todo en estas latitudes, donde sus bulbos comienzan a germinar de manera natural a finales de febrero o comienzos de marzo (más o menos, ya saben que la vida no es pura matemática). A veces también se utiliza en prados, parterres o rocallas otoñales.
Es una planta propia de la zona mediterránea, concretamente del Mediterráneo oriental -Asia Menor y la Península Balcánica-.
El jacinto se suele encontrar comercializado en forma de bulbos o cebollas, cuya forma recuerda a la de un queso de tetilla. Son de tamaño medio aunque voluminosos (aproximadamente de las dimensiones de un huevo de gallina) que, dependiendo de la variedad, presentan coloración en la parte externa o túnica -generalmente un color púrpura-. Hay que cuidar que sean bulbos de consistencia dura y que no presenten manchas ni roturas.
La siembra de estos bulbos se realiza en un sustrato turbo-arenoso ya que ha de tener un buen drenaje porque sus raíces no soportan fácilmente el encharcamiento. La siembra de los bulbos puede realizarse con estos completamente hundidos bajo la tierra, a una profundidad no superior a los 10 centímetros, o dejando la parte superior del bulbo, la puntiaguda (2/3 de la misma), sin cubrir de sustrato. Últimamente, sobre todo en el segundo tipo de siembra, la capa superior de tierra se suele tapizar de una corteza muscinal (musgo), seguramente para regular la humedad y proteger la superficie del bulbo que queda a la intemperie. También decir que es una planta que soporta la competencia, es decir, las cebollas se pueden plantar próximas las unas de las otras.
Otro tipo de plantación es la que se realiza en los llamados jacinteros, recipientes de vidrio con una zona inferior alargada y estrecha que se ensancha hacia la base en forma de copa. En la zona superior se ubica el bulbo, mientras que la inferior se llena de agua a la que se añade una cucharadita de sal común o un trocito de carbon mineral. La cebolla no ha de entrar en contacto con el agua, sino que serán las raíces, movidas por el higrotropismo, las que llegarán hasta esta para llevar a cabo la nutrición de la planta.
Ubicado en un lugar soleado y tras ser regado de manera constante y regular aunque con poca cantidad de agua, se vislumbrarán las hojas que forman la roseta basal y los primeros estadios de la inflorescencia.
Una vez alcanzada la madurez, la planta rebasará, aproximadamente, los 20-30 centímetros de altura, quedando constituida por una roseta basal de 4-6 hojas, lineares, ligeramente crasas que pueden rebasar o no a la inflorescencia, y una, dos o varias (dependiendo de la variedad) inflorescencias de tipo espiga-racimo dispuesta sobre un pie o escapo grueso. Sobre la inflorescencia se reúnen flores con perianto formado por 6 tépalos que pueden ser de color diverso -azules, rojos, amarillos o blancos- y de diferentes tonalidades. Poseen un perfume fragante y delicado.
La reproducción del jacinto se puede realizar de manera sexual o asexual, predominando en jardinería esta última para lo que se realizan unos cortes en un bulbo para que proliferen bulbillos que se transplantarán y conservarán en diferentes tipos de sustratos durante periodos de tiempo largos (incluso años) para su engorde y madurez.
Aunque como planta ornamental sea sobradamente conocida y de la que existen multitud de variedades (en el siglo XVIII se llegaron a cultivar en los Países Bajos, su principal productor desde entonces, hasta 2000 de estas variedades), entre las que destacan los cultivares de “City of Haarlem” –amarillo-, “Carnegie” –blanco-, “Jan Bos” –rojo- o “Delft Bleu” –azul-, todas ellas derivan de la especie Hyacinthus orientalis L.
Para terminar, una nota romántica... En la simbología, el jacinto representa una señal de luto. Seguramente este significado procede del mito griego en el que, Jacinto, un hermoso joven amado por el dios Apolo, muere a consecuencia del golpe que recibe por el disco que lanza el segundo para impresionarlo. Apolo, afligido por el trágico suceso, transforma la sangre que brota del cuerpo de Jacinto en una flor sobre la que derrama sus lágrimas.
Y poquito más…

lunes, 15 de febrero de 2010

Consideraciones (VI). El croquis.

El artista y, en general, todo aquel que trabaja con volúmenes, con materiales, antes de coger el pincel o el escoplo, necesita realizar un planteamiento, en el que se pregunta qué busca transmitir con su obra. Para ello, la mayoría de los artistas han de realizar un trabajo previo en el que estudian el color, las proporciones o la armonía entre los elementos, en definitiva, todos los aspectos técnicos que pueden de uno u otro modo alterar el resultado final del trabajo. De este trabajo previo nace el boceto, que en nuestro caso pasa a llamarse croquis.
El croquis es un trabajo importante y que, aunque lleve su tiempo, nos ayuda a desechar ideas que hemos preconcebido a través del binomio ensayo-error que, claro está, sobre el papel es menos costoso, tanto temporal, como monetariamente.
Aunque en la actualidad los paisajistas profesionales utilizan programas informáticos que nos pueden proveer de una imagen tridimensional muy próxima a la realidad, un servidor es mas partidario de los métodos tradicionales, sobre todo por la creatividad que llevan consigo.
Generalmente, en el croquis de nuestra terraza debemos incluir tres aspectos: la planta, una representación tridimensional de la terraza y la vista exterior que ofrece. No es necesario que aspiremos a representaciones gráficas propias de un arquitecto, pero sí, al menos, a esquematizar lo que pretendemos.
Para elaborar el croquis de la planta cogeremos lápiz y papel y realizaremos el dibujo del contorno geométrico que presente el suelo de nuestra terraza, teniendo en cuenta las esquinas y las longitudes de cada línea que lo delimita, eso sí, a una escala menor y guardando ciertas proporciones, prestando gran atención a la anchura y longitud generales del espacio, ya que estas dos dimensiones nos van a condicionar aspectos fundamentales sobre los que descansa la colocación y siembra de las plantas. Por ejemplo, si un balcón es estrecho y largo, no podremos colocar macetas en el suelo ya que, al impedir el paso con holgura, perdería su función de espacio recreativo. Si por el contrario, la terraza a transformar fuese de planta cuadrangular y de grandes dimensiones, disponer tan solo un par de macetas en toda la superficie sería una opción ridícula.
En el caso de la representación tridimensional de la terraza o balcón debemos resaltar cualidades como la altura de los muros y el techo, la barandilla, la profundidad, los claroscuros o la coloración de las paredes.
En tercer lugar, si realizamos un croquis sobre el aspecto exterior que ofrece la terraza o el balcón, ubicaremos en un marco espacial este espacio, lo que nos facilitará las decisiones sobre qué elementos y especies embellecen más el lugar elegido.
En estos tres bocetos hemos de incluir las plantas de pretendemos hacer crecer. Existen dos formas para hacerlo. Por un lado, si tenemos conocimientos sobre las plantas que queremos ubicar y tenemos clara su disposición, llevaremos a cabo el bosquejo de lo que hemos preconcebido en nuestra mente. Si por el contrario, no tenemos ni idea de lo que buscamos, es preferible jugar con los lápices, las aguadas de colores, el tamaño de las plantas y sus formas, mil y una veces, hasta encontrar el efecto deseado o varias alternativas que nos gusten.
Respecto a los colores, unas consideraciones. Si bien es cierto que la naturaleza y las especies vegetales nos proveen de cientos de tonalidades dentro de la gama cromática, en este punto inicial no nos debemos preocupar por ello, ya que lo que nos interesa son los contrastes entre los colores básicos (ver diagrama cromático y la complementariedad entre unos y otros). Lo que sí debemos tener en cuenta son los diferentes colores primarios o secundarios que puede presentar una planta, atendiendo principalmente a las hojas y las flores, y, de manera secundaria a los tallos e incluso los frutos (básicos en la jardinería oriental).
Considerando la forma y el tamaño, tenemos dos factores: el tamaño relativo de las plantas dentro de un marco de referencia -en este caso la terraza- que nos da una idea de cuales son las especies mas grandes y cuales las pequeñas, y la forma de crecimiento de las mismas (colgantes, trepadoras, almohadilladas, pulvinulares, cónicas, herbáceas, etc.). Este pequeño estudio se convierte así en un análisis geométrico de la vegetación de nuestro espacio, combinando las distintas posibilidades que tenemos dentro de un mismo sistema.
Cabe decir que el croquis siempre es orientativo y no representa el resultado final del trabajo, sobre todo si tenemos en cuenta que en la jardinería en altura se nos presenta una ventaja que no existe en la jardinería horizontal o convencional: la flexibilidad a la hora de ubicar las especies vegetales ya que estas crecen en lugares movibles. Por ello, no hace falta que entremos en muchos mas detalles, simplemente tendremos en cuenta aspectos que intervengan en la fisionomía del espacio.
Para terminar este punto, es importante atender a una premisa esencial: el artista como el paisajista no ha de tener pánico a la página en blanco, al espacio vacío. Intentar todas las posibilidades, buscar alternativas y errar son las herramientas básicas de cualquier creador.

lunes, 8 de febrero de 2010

Consideraciones (IV). La ubicacion del espacio.


Nuestras terrazas y balcones, no sólo dependen del edificio donde estén situadas, lo que condiciona factores como la orientación y la climatología, sino que también están relacionados con el tipo de ciudad en los que se encuentren.
La tendencia que en los últimos años ha llevado a la construcción desorbitada, ha cambiado la fisionomía de nuestras ciudades notablemente, obligando a dar un aspecto, si cabe, mucho más gris, pese a los esfuerzos por desarrollar nuevas zonas residenciales con zonas ajardinadas y parques circundantes que se pueden considerar oasis en medio de los desiertos asfálticos de las grandes ciudades. Esta es la primera razón por la que alguien decide dotar de un trozo verde a su vivienda y así, hacerse paso entre el uniforme perfil de las grandes moles de ladrillo.
Además de esa finalidad estética existe otra más relacionada directamente con la salud: luchar contra la polución existente, otro de los factores a los que tienen que hacer frente las plantas que se siembren en zonas próximas a las arterias de circulación de las ciudades.
Existen plantas sobre las que la polución actúa de manera negativa (se pueden observar reacciones como hojas necrosadas o con manchas). Si a ello añadimos que la acción combinada entre la humedad ambiental y la temperatura de ciertas zonas urbanas favorece la apertura estomática, los efectos de dicha polución serás más graves.
Otras especies presentan un comportamiento indiferente a la contaminación atmosférica, como el boj, la hiedra o las especies de hoja lauroide (laurel o durillo).
Por último y en lo que se refiere a este tema, cabe decir que existen especies cultivadas que son capaces de almacenar materiales nocivos, bien sean de origen atmosférico o a través del riego y que, en el mejor de los casos –recordemos que no es el fin de nuestras prácticas-, pueden servir como pequeñas estaciones depuradoras.
De todos modos, no sólo en las grandes ciudades hay amantes de las plantas. También en ciudades más pequeñas, con una mejor calidad de vida, proliferan jardineros que desean adecentar sus terrazas y balcones, cuyas creaciones tienen en común con las que se pueden encontrar en las anteriores, una misma cosa: hacerle frente a la altura. El incremento en el número de alturas de los edificios habitados, a primera vista no nos parece un factor a tener en cuenta a la hora de sembrar aquella o esta planta, casi una estupidez, pero si consideramos una terraza dispuesta en un piso décimo respecto a una ubicada en un bajo, podremos constatar que existe una diferencia de unos dos grados centígrados entre la una y la otra, lo que puede aumentar el riesgo de heladas o los efectos de estas.
A pesar de lo dicho anteriormente, estos dos tipos de ubicaciones presentan una diferencia notable. Las grandes capitales –véanse Madrid o Barcelona- poseen una temperatura superior (uno o dos grados centígrados) a otras localidades pequeñas, ya que debido a la industria y al aumento de los gases de combustión, se instala en las capas inferiores de la atmósfera una capa que evita la pérdida de las radiaciones, lo que se conoce como “efecto invernadero local”. Por el contrario, en los municipios más abiertos, generalmente dispuestos sobre superficies llanas, la temperatura desciende notablemente.

viernes, 5 de febrero de 2010

Citas jardineras


Un jardinero no debe ser impaciente. Las flores necesitan tiempo para desarrollarse; si se intenta apresurar su crecimiento, se les hace más mal que bien. Se las puede proteger contra los elementos, se las puede dar de comer y de beber, pero no resulta difícil matarlas si se las proporciona demasiada comida o bebidas demasiado fuertes. Ellas responden a la simpatía; son capaces de soportar tratamientos extremadamente duros. En resumen, se parecen mucho a los seres humanos.

Alexander Fleming
Ilustracion: Marta Chirino Argenta

lunes, 1 de febrero de 2010

Consideraciones (IV). El espacio.




Otro de los aspectos a tener en cuenta en la jardinería vertical es el espacio del que disponemos para realizar nuestro pequeño proyecto de jardinería.
Aunque es cierto que el resto de la casa también puede albergar plantas en mayor o menor medida debemos plantear nuestro trabajo en lugares concretos que, generalmente son exteriores y dotados de luz. Por lo general, este espacio es, comparado con el resto de las dependencias, reducido, limitándose a unos pocos metros cuadrado. Pese a esta limitación espacial, el amante de la jardinería tiende a sembrar cualquier rincón, por mínimo que sea, un pequeño cactus o un bulbo de azafrán. Esta es una realidad que no podemos consentir. La jardinería es un trabajo que persigue el embellecimiento de un lugar, de manera que pueda utilizarse como lugar de recreo o sea simplemente contemplativo. Si atiborramos y congestionamos un balcón de plantas sin orden ni concierto, este perderá su acento estético y se convertirá en la burda imitación de una selva descontrolada… El espacio tiene un lenguaje especial, habla de una manera armónica, nunca disonante. De este modo, puede expresar más una gardenia sobre una vieja mesa que un patio atestado de todo tipo de plantas. Evidentemente, en el caso de la jardinería vertical, esto tiene solución la mayor parte de las veces, ya que las especies vegetales suelen estar plantadas en tiestos, lo que facilita su colocación, así como moverlas de un lado a otro, hasta configurar el efecto visual deseado. Esta cuestión se abordará más detenidamente a posteriori, cuando nuestras plantas germinen y alcancen un tamaño considerable.
Otra cuestión a tener en cuenta es el hecho de que este espacio se encuentre abierto al exterior, como las terrazas y los balcones, o, por el contrario, este protegido de las condiciones atmosféricas por medio de una cristalera, lo que provocaría un efecto invernadero en dicho espacio y facilitaría así el desarrollo de especies térmicas.
También debemos prestar atención a los elementos que hay, como pueden ser las barandillas, columnas, pilastras, si existen cornisas y muretes u otras estructuras que pueden condicionarnos.
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