miércoles, 14 de marzo de 2012

Geranios




Cuando las tardes se alargan y el sol comienza a calentar (aunque por estos lares sea más necesaria la lluvia que la sequía), no sólo proliferan las heladerías y otro tipo de mobiliario urbano, sino que también empiezan a florecer los balcones plagados de los conocidos geranios.
El geranio (familia Geraniaceae), la planta más conocida en nuestro país para engalanar todo tipo de fachadas, aunque en principio cabría esperar que perteneciese al género botánico Geranium, no es así, ya que se adscribe a Pelargonium, concretamente a las especies Pelargonium hortorum, una planta nativa de Norteamérica que se introdujo en Europa en el siglo XVIII, aunque existen muchas otras como Pelargonium grandiflorum, P. capitatum, P. radens, P. odoratissimum, P. graveolens o P. zonale, muchas de ellas originarias de Sudáfrica, que también se cultivan con el nombre genérico de geranios. El geranio es una planta de porte semiarbustivo y perenne –sobre todo en su hábitat natural-, con un aparato radicular medianamente desarrollado, lo que permite plantarla en tiestos y macetas, y un tallo de 30 a 70 cm de altura, semileñoso, ligeramente carnoso y de sección cilíndrica, que posee una epidermis lisa y blanquecina en la juventud, y agrietada y oscura en la senectud. Sobre este se disponen las hojas de tipo simple, alternas, pecioladas, reniformes, de margen lobulado o sinuoso, ligeramente suculentas, de color verde oscuro y opaco, surcadas por una franja de color púrpura y la mayoría cubiertas de pilosidad que les confieren un aspecto pubescente, afelpado y blanquecino. En las hojas podemos encontrar gran cantidad de glándulas que producen geraniol, el aceite esencial propio de estas plantas y que les da un olor característico. Al final de los tallos se desarrolla la inflorescencia que, como en el resto del género es de tipo pseudoumbeliforme o cima, en las que encontramos, en número variable, flores pentámeras de colores que van del blanco al fucsia, pasando por rosas y anaranjados, con gineceo súpero y pentalocular, numerosos estambres y estaminodios –generalmente en número de tres-. Tras la fecundación se forma un fruto de tipo seco, dehiscente, del que se separan cinco cápsulas que dejan ver una zona superior picuda que queda unida al estilo y que recuerda al pico de la cigüeña, animal que en griego se denomina “pelargos” que por derivación latina da nombre a esta planta (“geranos” también es la palabra griega para referirse a la grulla).
El geranio necesita iluminación directa y temperaturas cálidas, aunque soporta pequeñas heladas. Se recomienda un sustrato semiarenoso con aporte de materia orgánica, y un riego moderado. Realizando una poda invernal, eliminando las inflorescencias muertas y despuntando los tallos, se facilita la aparición de nuevas flores durante la siguiente temporada. Su reproducción puede llevarse a cabo mediante esqueje semileñoso o semilla. Entre las plagas más conocidas del geranio encontramos la de la mosca blanca del geranio, que en su fase de larva taladra los tallos del mismo, provocando severas consecuencias a los ejemplares.
Sobre las cualidades estéticas del geranio poco hay que decir… Sus coloraciones en el rango del magenta (color primario), las hacen muy adecuadas para dar un colorido constante a balcones y
terrazas, y dada su incesante floración en primavera y verano. Al mismo tiempo se pueden combinar con flores de color blanco, crema o anaranjados.

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