Llega la primavera y con ella, las flores… Empiezan a despuntar los almendros y los tulipanes llenan los parterres de color, y aunque ambos poseen gran belleza, hoy me he decantado por otra planta más exótica y elegante, la Phalaenopsis u orquídea mariposa.
Las orquídeas mariposa (del griego “phalaina”, mariposa, y “opsis”, parecido) u orquídeas boca, pertenecen al género Phalaenopsis (familia Orchidaceae), en el que destacan unas 60 especies, como Phalaenopsis schilleriana, Ph. amabilis o Ph. violacea. Como muchas orquídeas tropicales, las representantes de este género que tiene su centro de distribución en el sudeste asiático –Filipinas, Indonesia o Taiwán-, son mayormente epífitas y desarrollan su ciclo vital sobre las oquedades de las ramas de otras especies arbóreas donde se acumula abundante materia orgánica. Formadas por un tallo muy corto a modo de roseta basal, del que surgen unas raíces cilíndricas y esponjosas con un velamen de color verdoso o azul apagado, que están especializadas en captar la humedad ambiental y otra serie de nutrientes, además de fijar a la planta al sustrato. En este se disponen una serie de hojas imbricadas, generalmente persistentes, en número variable (de 3 a 7), de color verde intenso y brillantes por el haz, y a veces rojizo por el envés, con margen entero, lanceoladas y con el nervio medio marcado. De entre esta roseta emerge la inflorescencia, dispuesta sobre un pedúnculo floral, cilíndrico y delgado, de longitud variable (entre 25 y 40 cm generalmente, aunque llega a alcanzar hasta los 100 cm en especies hibridas), sobre el que se disponen las flores en racimo. Estas flores, que van del blanco al púrpura, están formadas por una corola tepaloide de seis piezas dispuestas en dos pisos, entre las que destaca el labelo, fuertemente trilobulado, con dos característicos apéndices alargados en el ápice o con cilios. Estambres y cilios están unidos y el gineceo es alargado. Tras la fecundación, a través de las polínias, se forma una cápsula, alargada, que se abre por unas valvas que dejan salir a las diminutas semillas al exterior.
La reproducción de las orquídeas se considera una de las más complicadas del reino vegetal, sobre todo porque las semillas necesitan para germinar la asociación con un hongo y establecer micorrizas con especies fúngicas (Glomus sp. pl.) que favorezcan la nutrición y desarrollo del embrión. Por todo ello, la reproducción in vitro de estas plantas necesita una infraestructura muy compleja que suele realizarse en medios orgánicos estériles (más información aquí). Los requerimientos ecológicos de estas plantas se basan en la presencia de humedad ambiental (riego abundante, pulverización de agua o un microclima húmedo creado a partir de la evaporación de agua en un recipiente mayor que el tiesto –truco que vi en la casa de una amiga japonesa-), temperaturas templadas (15-30ºC) y luminosidad indirecta (no olvidemos que estas orquídeas habitan selvas de follaje tupido que dejan poco paso a la luz directa). Respecto a abonos o sustratos, decir que pueden abonarse estacionalmente, aunque no en exceso. A mi parecer son especies que han de cultivarse en terrazas acristaladas o directamente en el interior.
Y por último, unas consideraciones estéticas. Las Phalaenopsis, debido a sus varas estilizadas coronadas por flores de tonos inmaculados y cremosos, se han convertido en un reclamo visual inestimable en cuanto a decoración de interiores se refiere. La elegancia y sutilidad de estas plantas, dota a los espacios de cierto sosiego y tranquilidad, a la par que dan una nota de color y naturalidad a las estancias del hogar, una moda que se ha generalizado en los últimos años.
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