lunes, 8 de febrero de 2010

Consideraciones (IV). La ubicacion del espacio.


Nuestras terrazas y balcones, no sólo dependen del edificio donde estén situadas, lo que condiciona factores como la orientación y la climatología, sino que también están relacionados con el tipo de ciudad en los que se encuentren.
La tendencia que en los últimos años ha llevado a la construcción desorbitada, ha cambiado la fisionomía de nuestras ciudades notablemente, obligando a dar un aspecto, si cabe, mucho más gris, pese a los esfuerzos por desarrollar nuevas zonas residenciales con zonas ajardinadas y parques circundantes que se pueden considerar oasis en medio de los desiertos asfálticos de las grandes ciudades. Esta es la primera razón por la que alguien decide dotar de un trozo verde a su vivienda y así, hacerse paso entre el uniforme perfil de las grandes moles de ladrillo.
Además de esa finalidad estética existe otra más relacionada directamente con la salud: luchar contra la polución existente, otro de los factores a los que tienen que hacer frente las plantas que se siembren en zonas próximas a las arterias de circulación de las ciudades.
Existen plantas sobre las que la polución actúa de manera negativa (se pueden observar reacciones como hojas necrosadas o con manchas). Si a ello añadimos que la acción combinada entre la humedad ambiental y la temperatura de ciertas zonas urbanas favorece la apertura estomática, los efectos de dicha polución serás más graves.
Otras especies presentan un comportamiento indiferente a la contaminación atmosférica, como el boj, la hiedra o las especies de hoja lauroide (laurel o durillo).
Por último y en lo que se refiere a este tema, cabe decir que existen especies cultivadas que son capaces de almacenar materiales nocivos, bien sean de origen atmosférico o a través del riego y que, en el mejor de los casos –recordemos que no es el fin de nuestras prácticas-, pueden servir como pequeñas estaciones depuradoras.
De todos modos, no sólo en las grandes ciudades hay amantes de las plantas. También en ciudades más pequeñas, con una mejor calidad de vida, proliferan jardineros que desean adecentar sus terrazas y balcones, cuyas creaciones tienen en común con las que se pueden encontrar en las anteriores, una misma cosa: hacerle frente a la altura. El incremento en el número de alturas de los edificios habitados, a primera vista no nos parece un factor a tener en cuenta a la hora de sembrar aquella o esta planta, casi una estupidez, pero si consideramos una terraza dispuesta en un piso décimo respecto a una ubicada en un bajo, podremos constatar que existe una diferencia de unos dos grados centígrados entre la una y la otra, lo que puede aumentar el riesgo de heladas o los efectos de estas.
A pesar de lo dicho anteriormente, estos dos tipos de ubicaciones presentan una diferencia notable. Las grandes capitales –véanse Madrid o Barcelona- poseen una temperatura superior (uno o dos grados centígrados) a otras localidades pequeñas, ya que debido a la industria y al aumento de los gases de combustión, se instala en las capas inferiores de la atmósfera una capa que evita la pérdida de las radiaciones, lo que se conoce como “efecto invernadero local”. Por el contrario, en los municipios más abiertos, generalmente dispuestos sobre superficies llanas, la temperatura desciende notablemente.

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