El artista y, en general, todo aquel que trabaja con volúmenes, con materiales, antes de coger el pincel o el escoplo, necesita realizar un planteamiento, en el que se pregunta qué busca transmitir con su obra. Para ello, la mayoría de los artistas han de realizar un trabajo previo en el que estudian el color, las proporciones o la armonía entre los elementos, en definitiva, todos los aspectos técnicos que pueden de uno u otro modo alterar el resultado final del trabajo. De este trabajo previo nace el boceto, que en nuestro caso pasa a llamarse croquis.
El croquis es un trabajo importante y que, aunque lleve su tiempo, nos ayuda a desechar ideas que hemos preconcebido a través del binomio ensayo-error que, claro está, sobre el papel es menos costoso, tanto temporal, como monetariamente.
Aunque en la actualidad los paisajistas profesionales utilizan programas informáticos que nos pueden proveer de una imagen tridimensional muy próxima a la realidad, un servidor es mas partidario de los métodos tradicionales, sobre todo por la creatividad que llevan consigo.
Generalmente, en el croquis de nuestra terraza debemos incluir tres aspectos: la planta, una representación tridimensional de la terraza y la vista exterior que ofrece. No es necesario que aspiremos a representaciones gráficas propias de un arquitecto, pero sí, al menos, a esquematizar lo que pretendemos.
Para elaborar el croquis de la planta cogeremos lápiz y papel y realizaremos el dibujo del contorno geométrico que presente el suelo de nuestra terraza, teniendo en cuenta las esquinas y las longitudes de cada línea que lo delimita, eso sí, a una escala menor y guardando ciertas proporciones, prestando gran atención a la anchura y longitud generales del espacio, ya que estas dos dimensiones nos van a condicionar aspectos fundamentales sobre los que descansa la colocación y siembra de las plantas. Por ejemplo, si un balcón es estrecho y largo, no podremos colocar macetas en el suelo ya que, al impedir el paso con holgura, perdería su función de espacio recreativo. Si por el contrario, la terraza a transformar fuese de planta cuadrangular y de grandes dimensiones, disponer tan solo un par de macetas en toda la superficie sería una opción ridícula.
En el caso de la representación tridimensional de la terraza o balcón debemos resaltar cualidades como la altura de los muros y el techo, la barandilla, la profundidad, los claroscuros o la coloración de las paredes.
En tercer lugar, si realizamos un croquis sobre el aspecto exterior que ofrece la terraza o el balcón, ubicaremos en un marco espacial este espacio, lo que nos facilitará las decisiones sobre qué elementos y especies embellecen más el lugar elegido.
En estos tres bocetos hemos de incluir las plantas de pretendemos hacer crecer. Existen dos formas para hacerlo. Por un lado, si tenemos conocimientos sobre las plantas que queremos ubicar y tenemos clara su disposición, llevaremos a cabo el bosquejo de lo que hemos preconcebido en nuestra mente. Si por el contrario, no tenemos ni idea de lo que buscamos, es preferible jugar con los lápices, las aguadas de colores, el tamaño de las plantas y sus formas, mil y una veces, hasta encontrar el efecto deseado o varias alternativas que nos gusten.
Respecto a los colores, unas consideraciones. Si bien es cierto que la naturaleza y las especies vegetales nos proveen de cientos de tonalidades dentro de la gama cromática, en este punto inicial no nos debemos preocupar por ello, ya que lo que nos interesa son los contrastes entre los colores básicos (ver diagrama cromático y la complementariedad entre unos y otros). Lo que sí debemos tener en cuenta son los diferentes colores primarios o secundarios que puede presentar una planta, atendiendo principalmente a las hojas y las flores, y, de manera secundaria a los tallos e incluso los frutos (básicos en la jardinería oriental).
Considerando la forma y el tamaño, tenemos dos factores: el tamaño relativo de las plantas dentro de un marco de referencia -en este caso la terraza- que nos da una idea de cuales son las especies mas grandes y cuales las pequeñas, y la forma de crecimiento de las mismas (colgantes, trepadoras, almohadilladas, pulvinulares, cónicas, herbáceas, etc.). Este pequeño estudio se convierte así en un análisis geométrico de la vegetación de nuestro espacio, combinando las distintas posibilidades que tenemos dentro de un mismo sistema.
Cabe decir que el croquis siempre es orientativo y no representa el resultado final del trabajo, sobre todo si tenemos en cuenta que en la jardinería en altura se nos presenta una ventaja que no existe en la jardinería horizontal o convencional: la flexibilidad a la hora de ubicar las especies vegetales ya que estas crecen en lugares movibles. Por ello, no hace falta que entremos en muchos mas detalles, simplemente tendremos en cuenta aspectos que intervengan en la fisionomía del espacio.
Para terminar este punto, es importante atender a una premisa esencial: el artista como el paisajista no ha de tener pánico a la página en blanco, al espacio vacío. Intentar todas las posibilidades, buscar alternativas y errar son las herramientas básicas de cualquier creador.
El croquis es un trabajo importante y que, aunque lleve su tiempo, nos ayuda a desechar ideas que hemos preconcebido a través del binomio ensayo-error que, claro está, sobre el papel es menos costoso, tanto temporal, como monetariamente.
Aunque en la actualidad los paisajistas profesionales utilizan programas informáticos que nos pueden proveer de una imagen tridimensional muy próxima a la realidad, un servidor es mas partidario de los métodos tradicionales, sobre todo por la creatividad que llevan consigo.
Generalmente, en el croquis de nuestra terraza debemos incluir tres aspectos: la planta, una representación tridimensional de la terraza y la vista exterior que ofrece. No es necesario que aspiremos a representaciones gráficas propias de un arquitecto, pero sí, al menos, a esquematizar lo que pretendemos.
Para elaborar el croquis de la planta cogeremos lápiz y papel y realizaremos el dibujo del contorno geométrico que presente el suelo de nuestra terraza, teniendo en cuenta las esquinas y las longitudes de cada línea que lo delimita, eso sí, a una escala menor y guardando ciertas proporciones, prestando gran atención a la anchura y longitud generales del espacio, ya que estas dos dimensiones nos van a condicionar aspectos fundamentales sobre los que descansa la colocación y siembra de las plantas. Por ejemplo, si un balcón es estrecho y largo, no podremos colocar macetas en el suelo ya que, al impedir el paso con holgura, perdería su función de espacio recreativo. Si por el contrario, la terraza a transformar fuese de planta cuadrangular y de grandes dimensiones, disponer tan solo un par de macetas en toda la superficie sería una opción ridícula.
En el caso de la representación tridimensional de la terraza o balcón debemos resaltar cualidades como la altura de los muros y el techo, la barandilla, la profundidad, los claroscuros o la coloración de las paredes.
En tercer lugar, si realizamos un croquis sobre el aspecto exterior que ofrece la terraza o el balcón, ubicaremos en un marco espacial este espacio, lo que nos facilitará las decisiones sobre qué elementos y especies embellecen más el lugar elegido.
En estos tres bocetos hemos de incluir las plantas de pretendemos hacer crecer. Existen dos formas para hacerlo. Por un lado, si tenemos conocimientos sobre las plantas que queremos ubicar y tenemos clara su disposición, llevaremos a cabo el bosquejo de lo que hemos preconcebido en nuestra mente. Si por el contrario, no tenemos ni idea de lo que buscamos, es preferible jugar con los lápices, las aguadas de colores, el tamaño de las plantas y sus formas, mil y una veces, hasta encontrar el efecto deseado o varias alternativas que nos gusten.
Respecto a los colores, unas consideraciones. Si bien es cierto que la naturaleza y las especies vegetales nos proveen de cientos de tonalidades dentro de la gama cromática, en este punto inicial no nos debemos preocupar por ello, ya que lo que nos interesa son los contrastes entre los colores básicos (ver diagrama cromático y la complementariedad entre unos y otros). Lo que sí debemos tener en cuenta son los diferentes colores primarios o secundarios que puede presentar una planta, atendiendo principalmente a las hojas y las flores, y, de manera secundaria a los tallos e incluso los frutos (básicos en la jardinería oriental).
Considerando la forma y el tamaño, tenemos dos factores: el tamaño relativo de las plantas dentro de un marco de referencia -en este caso la terraza- que nos da una idea de cuales son las especies mas grandes y cuales las pequeñas, y la forma de crecimiento de las mismas (colgantes, trepadoras, almohadilladas, pulvinulares, cónicas, herbáceas, etc.). Este pequeño estudio se convierte así en un análisis geométrico de la vegetación de nuestro espacio, combinando las distintas posibilidades que tenemos dentro de un mismo sistema.
Cabe decir que el croquis siempre es orientativo y no representa el resultado final del trabajo, sobre todo si tenemos en cuenta que en la jardinería en altura se nos presenta una ventaja que no existe en la jardinería horizontal o convencional: la flexibilidad a la hora de ubicar las especies vegetales ya que estas crecen en lugares movibles. Por ello, no hace falta que entremos en muchos mas detalles, simplemente tendremos en cuenta aspectos que intervengan en la fisionomía del espacio.
Para terminar este punto, es importante atender a una premisa esencial: el artista como el paisajista no ha de tener pánico a la página en blanco, al espacio vacío. Intentar todas las posibilidades, buscar alternativas y errar son las herramientas básicas de cualquier creador.
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