martes, 1 de junio de 2010

Un huerto en el balcón


Tengo una amiga muy aficionada a sembrar todo tipo de plantas hortícolas en su terraza. Que si habas, ajos, cebollas, perejil… No le teme a nada, ni tan siquiera a esos pocos metros cuadrados que forman su particular huerto (por cierto, muy bien orientado).
Debo decir que no es la única, ya que se trata de una práctica muy extendida últimamente entre los amantes de la ecología y el ecologismo (les recuerdo que no es lo mismo… Je, je, je, je), que se hacen la siguiente pregunta: ¿por qué no dar un uso práctico a esta extensión de la vivienda y de paso contribuir a otros procesos naturales?
Y ante esta realidad, mis modestas opiniones…
En primer lugar he de decir que, como proyecto didáctico o pedagógico hacia los más pequeños de la casa, me parece excelente. Todavía recuerdo un blog en el que su autora había desarrollado en mitad de la ciudad de Barcelona un huerto en altura para que sus hijos descubriesen los pormenores del cultivo de variedades hortícolas, los ciclos de siembra y recogida, así como la responsabilidad que conllevan las tareas agrícolas. Si además de ello podían degustar de uvas a peras una ensalada sin pesticidas, mejor todavía.
Como segundo punto, la estética. Excepto ciertos casos, las plantas hortícolas no son muy vistosas ya que poseen flores reducidas, son monocromas y presentan excesivo follaje. Aunque algunos vean un “handicap” en estas cualidades, podemos crear una terraza de hermosas vistas combinando algunas de estas plantas. El único punto a tener muy en cuenta es la temporada, por ejemplo en invierno sembrarla de coliflores, espinacas, acelgas, coles o zanahorias, como monocultivo o combinadas; en primavera nos decantaríamos por plantas aromáticas, habas, ajos o guisantes; durante el verano todas las solanáceas (tomates, pimientos y berenjenas) y cucurbitáceas (pepino y calabacín) son bienvenidas, y durante el otoño optaría por el descanso y letargo del lugar.
El tercer punto a tratar es el rendimiento de la labor. Por lo general los aficionados a esta técnica son muy partidarios de combinar todo tipo de plantas: este tiesto de ajos, aquel de tomates, este otro de pimientos, que si otro de habas y el de más allá de pepinos. Esto no es rentable ya que la producción es escasísima (tres ajos, una lechuga, dos pimientos y diez habas), además de ofrecer la vista de un balcón salvaje, sin orden, ni concierto. Yo soy partidario de aunar estética y rentabilidad de trabajo y de cultivos. Si plantásemos toda la extensión de nuestra terraza con tomates, además de contribuir a la belleza de la balconada, obtendríamos una producción aceptable y disfrutaríamos más de nuestro trabajo. Esto también favorecería el intercambio con otros vecinos y amigos que hayan optado por esta vía de disfrute y en cuyas terrazas estarían cultivándose calabacines o berenjenas, favoreciendo así el intercambio de productos.
Como cuarto punto, un tirón de orejas. No sé hasta qué punto crear un edén hortícola en nuestro balcón es ecológico. Cada planta, cada ser vivo, tiene unos requerimientos ecológicos específicos: condiciones del suelo, temperatura óptima, humedad atmosférica, riego, insolación diaria o fotoperiodo. Un balcón no es un lugar extenso, a menos que contemos con un ático de enormes dimensiones, por lo que las plantas ven limitado su crecimiento por diversos factores adversos a ellas: la cantidad de tierra que puede albergar un tiesto, la orientación o la insolación. Muchas veces esto supone abonados, riegos excesivos, crecimiento raquítico de los vástagos, floración escasa y generalmente, sufrimiento para las especies cultivadas. Por todo ello, a veces se hace preferible, acudir a un huerto ecológico o a una frutería de confianza para disfrutar de un tomate con sabor, a poner al límite de sus posibilidades a una pobre coliflor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario