miércoles, 16 de noviembre de 2011

La rosa del azafrán









Ya queda poco azafrán que recoger en los campos de La Mancha, una de las regiones de este planeta que mejor azafrán produce dadas las condiciones climatológicas inmejorables, la adecuada altitud y un buen suelo.
Además del interés gastronómico y económico que suscita el cultivo de esta planta, cada vez son más los aficionados a la jardinería que la utilizan en parterres y macetas para darle cierto color a nuestro otoño, prueba de ello es que en muchos foros, algunos se preguntan donde conseguir bulbos de esta planta de la que se consigue el llamado oro rojo. En la ficha de hoy prestaré atención al género botánico general, al que pertenece el azafrán verdadero. ¡Ahí voy!
Las más de 80 especies de azafranes que existen, en algunos sitios también conocidas como crocos, derivan del género botánico Crocus, que pertenece a la familia Iridaceae, una familia de monocotiledóneas muy extendida en zonas elevadas y/o húmedas del globo. El área de distribución natural del azafrán es la cuenca mediterránea, sobre todo aquellos países que la delimitan al norte, como son los Balcanes, la Península Helénica, los Cárpatos e Italia, la Península Ibérica al oeste, Turquía y Oriente Próximo al oeste, y las zonas elevadas del norte de África al sur. Todos ellos presentan biotipo geófito, es decir, poseen un tallo bulboso subterráneo o cormo de unos 3-10 cm de diámetro que se encuentra protegido por túnicas parduzcas de distinta naturaleza –papirácea, fibrosa o rígida-, y en cuya base se dispone un sistema radicular fasciculado que se desarrolla estacionalmente.
La floración del Crocus tiene lugar en otoño o en primavera dependiendo de la especie. En todos los casos, esta planta desarrolla primeramente la flor y secundariamente el resto del sistema vegetativo. Las flores, generalmente solitarias, a veces dobles, alcanzan una altura de unos 15 cm sobre el nivel del suelo. Actinomorfas, hermafroditas, erectas y protegidas por una vaina papirácea, están formadas por un perianto de seis piezas de color blanco, amarillo, azul o morado, en cuyo interior se desarrolla un androceo constituido por seis estambres y un gineceo ínfero que despunta en un estigma trífido (esta característica sirve para diferenciarlo del “azafrán borde” o género Merendera –familia Colchicaceae-, muy similar aunque posee un estigma dividido en seis segmentos) que tras la polinización por parte de insectos, se transformará en una cápsula en cuyo interior están las semillas. Posterior a la floración aparecen las hojas, generalmente de color verde oscuro y brillante, lineares, con un marcado nervio medio blanquecino y característico del género, de anchura variable, y que pueden alcanzar longitudes de hasta 50 cm., formando macollas densas que duran hasta el estío, época en la que se marchitarán.
Cabe decir que la rápida multiplicación vegetativa del croco, genera grandes concentraciones subterráneas de bulbos que, por un lado la hace más vistosa durante la floración, pero por otro obliga a desenterrar los bulbos cada 3-4 temporadas para favorecerla.
Sobre los cuidados cabe decir que la siembra se realiza en octubre sobre un sustrato ligeramente arenoso, sin demasiada materia orgánica; además soporta el frío con facilidad, por lo que es idónea para lugares con heladas invernales. Sus preferencias por la luz dependen de la especie.
Se cultivan como ornamentales unas 30 especies, entre las que destacan Crocus verna o C. serotinus. Sólo una especie se cultiva con intereses agrícolas y comestibles, Crocus sativus, cuyos estigmas constituyen la especia más cara del mundo por la minuciosidad y la gran cantidad de mano de obra que conlleva su obtención.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Una cinta que engalane tu balcón







Si usted pasea por los pueblos de la mitad sur peninsular y mira hacia lo alto, se percatará de lo coloridos que lucen los balconcillos enrejados sobre el blanco fondo calizo que cubre las fachadas. De entre esa jungla aérea constituida por geranios, calas o esparragueras, se distinguen otras plantas acintadas, llenas de hijuelos colgantes: las cintas o malamadres, plantas de las que hoy hablaremos.
Las cintas, malamadre o lazos de amor, pertenecen al género botánico Clorophytum, oriundo de zonas subtropicales de África y Asia. Aunque todavía estoy investigando sobre la familia botánica a la que pertenece el género (esto me sucede por creer a pies juntillas lo que dice la Wikipedia… No se la recomiendo cuando tenemos que ser excesivamente técnicos…), pero juraría que pertenece a la familia Liliaceae, y no a la Agavaceae (seguiré mis pesquisas no sea que haya cambiado el criterio taxonómico y esté metiendo la gamba, jejeje). La mayor parte de los cultivares pertenecen a la especie Clorophytum comusum, nativa de Sudáfrica, aunque en la actualidad existen bastantes variedades debido a su amplia utilización en jardinería de interior y decorativa.
Las cintas son plantas terrestres o en ocasiones epífitas que desarrollan raíces carnosas y ligeramente tuberosas que ejercen de reservorio de agua y nutrientes. Siempreverdes, las malamadres están constituidas por macollas de hojas verdes o variegadas (alternan franjas blancas y verdes), acintadas, con marcado nervio medio y ligeramente acanaladas, que terminan en punta. En los nodos de las hojas se desarrollan raíces adventicias que pueden ser subterráneas o aéreas. Con un tamaño que oscila entre los 20-50 cm de longitud y los 0,5-2,5 cm de anchura, se imbrican formando una densa roseta basal, de la que emergen vástagos o pedúnculos de longitud superior a las hojas y con escasa presencia foliar sobre los que se desarrollan, por un lado las inflorescencias, y por otro lado hijuelos que dependen de la planta madre y favorecen la reproducción estolonífera tan característica de esta especie (fenómeno del viviparismo tan conocido en monocotiledóneas). La inflorescencia es de tipo panícula dispersa y está constituida por pequeñas flores actinomorfas con perianto de seis piezas de color blanco-crema dispuestas en dos verticilos, un androceo constituido por seis estambre y un gineceo súpero con tres carpelos soldados formando un único estigma.
Como ya hemos visto, su reproducción asexual es muy fácil debido a la aparición de hijuelos que, cuando se ponen en remojo, desarrollan fácilmente el sistema radicular masivo tan característico de estos vegetales. Son plantas que requieren luz pero no exposición directa, así como temperaturas agradables. El riego debe ser abundante pero no excesivo (dos veces por semana en verano / una vez cada diez-quince días en invierno) y el sustrato con buena cantidad de materia orgánica.
Son plantas que dotan a los balcones de movimiento dado su carácter colgante. Es preciso plantar varios pies en la misma maceta de manera que aumenten en densidad y sean más frondosas.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Cóleos











Últimamenete estoy algo preocupado por el estado de mis plantas… Lo cierto es que no sé qué bicho les ha picado… Muchas de ellas sufren una enfermedad en la que partes de las hojas se marchitan paulatinamente para, finalmente, caer… Sobre todo las plantas carnosas… En un principio pensé que podía ser exceso de riego, pero después de observarlas con detenimiento y cuidar la cantidad de agua hasta cotas insospechadas he pensado que puede ser alguna enfermedad fúngica… Esperando que no mueran debido a esta epidemia, hoy le llega el turno al comúnmente conocido como cóleo.
El cóleo, también conocido como cretona, pertenece a la familia de las labiadas (Lamiaceae), como el romero o la planta del dinero. Aunque su nombre vulgar deriva de una nomenclatura científica antigua, todos las especies pertenecen al género Solenostemon -algunos autores lo dan como sinónimo de Plectranthus-. Es un género que vive de manera natural en las zonas tropicales/ecuatoriales de Asia y África, sobre todo en la India y Java. La mayor parte de los cultivares actuales derivan de la especie Solenostemon blumei o S. scutellarioides.
Muy conocida por sus coloraciones imposibles, el cóleo es una planta herbácea, bianual o perenne dependiendo del clima en el que se desarrolle, que puede alcanzar 0,5-1 metro de altura, excepcionalmente 1,5 metros. Con gran desarrollo radicular, el cóleo se yergue sobre tallos verdes de sección cuadrangular (típicos de la familia botánica debido al desarrollo de los cuatro cordones de colénquima longitudinales); sobre éstos se disponen las hojas, más o menos grandes, opuestas, de aspecto frágil, con limbo casi cordado, margen serrado, nerviación acusada y coloración variable, variegada, de color púrpura-morado-fucsia-rosa-amarillo y de intenso a claro conforme nos acercamos al margen. Su inflorescencia se desarrolla en otoño-invierno, de tipo espiga, elegante, sobre la que se disponen las flores de azul claro y pequeñas, cuya corola está formada por dos labios, y con escaso valor decorativo.
Se reproduce con gran facilidad mediante esquejes, desarrollando raíces fácilmente por inmersión en agua para posteriormente ser plantados en el sustrato adecuado.
Viven sobre suelos ricos en materia orgánica, húmedos y con buen drenaje. Prefieren zonas cálidas (por lo que hay que evitar exponerlos a bajas temperaturas) y luminosas, aunque no soportan la insolación acusada, por lo que es preferible exponerlos a semi-sombra. Se recomienda regarlos abundantemente en las épocas de crecimiento, mientras que en otoño e invierno el riego ha de ser escaso. En caso de que necesiten riego, sus hojas caerán, lacias, avisando del problema.
Atendiendo al aspecto estético, cabe decir que es una planta que pierde su porte debido a que los tallos se vencen y tronchan con gran facilidad debido al peso, por lo que se recomienda eliminar las yemas apicales para facilitar la ramificación o reponer los pies mediante esquejes.
Su vigor y la fácil reproducción la convierten en una planta muy utilizada en hibridación y estudios de organografía vegetal. También destacar que ciertas especies contienen principios psicoactivos.

lunes, 17 de octubre de 2011

Flores gigantes











Hoy le llega el turno al género Hippeastrum, una de las plantas bulbosas más cultivadas en todo el globo. Aunque hay cierto conflicto en la nomenclatura de este género, no debida a los taxónomos, sino a la confusión entre el nombre científico (Hippeastrum sp. pl.) y el vulgar (amarilis). El género Hippeastrum, oriundo de América tropical, y el género Amaryllis, otra bulbosa africana que incluye únicamente a dos especies conocidas, A. belladonna y A. paradisicola, son muy semejantes, aunque difieren sobre todo en la inflorescencia y las hojas. Cabe decir que ambos géneros pertenecen a la misma familia, la Amaryllidacea.
Los amarilis o hipeastrum, son plantas monocotiledóneas perennes oriundas del hemisferio sur, concretamente de América tropical (Brasil y el Caribe), incluso Chile y Argentina. Incluye a unas 75 especies naturales de las que han derivado multitud de híbridos (como “Red Lion” o “Floris Hekker”) dado su cultivo extensivo. Su parte vegetativa está constituida por un bulbo de gran tamaño, sobre unos 12-19 cm de diámetro, cuya parte superior es aérea, desde donde crecen las hojas, en número variable entre 2 y 7, simples e imbricadas, lineares, acintadas y anchas, ligeramente lanceoladas en el ápice, paralelinervias y con un nervio medio muy marcado, de una longitud entre 40-90 cm y de un verde intenso, brillante y ligeramente oscuro. De entre estas y durante la primavera (generalmente de abril a junio, aunque se puede forzar la floración en invierno), emerge la inflorescencia de tipo umbela, formada por un pedicelo o escapo grueso y tieso, que se estrecha conforme se acerca al ápice y de una longitud semejante a la de las hojas (alrededor de 40 cm o superior); sobre este despuntan las flores, en número variable de dos a siete –a veces incluso más-, grandes y llamativas, cuyo color va desde el blanco hasta el rojo, pasando por el rosa y el rojo-blanco variegado. La corola está formada por seis piezas consistentes y brillantes de naturaleza tepaloide que se unen en su base en un estrecho tubo. Posee seis estambres, algo curvados, que se disponen bajo el gineceo, cuyo estigma es trífido, como clásicamente ocurre con las monocotiledóneas. Su fruto es una cápsula formada por tres valvas donde están recogidas las semillas de color oscuro.
La reproducción de esta especie se suele realizar por hijuelos o por semillas, que se siembran en otoño en un sustrato rico en materia orgánica y con una parte arenosa. Los riegos han de ser espaciados y abundantes, en un ambiente luminoso y con temperaturas suaves. En latitudes como esta, es necesario protegerlos de las heladas.
Su nombre científico deriva del griego y quiere decir “estrella del caballero” por mantener la etimología de la nomenclatura inicial acuñada por Linneo para este género. Cabe decir que un alcaloide de Hippeastrum vittatum, la montanina, tiene aplicaciones en farmacología, concretamente como antidepresivo y ansiolítico.

martes, 31 de mayo de 2011

Regalos y lágrimas










Se acerca el cumpleaños de mi hermana y ha decidido que le obsequie con unas macetas para darle un toque de color a su mortecino hogar, cosa que he agradecido enormemente por varias razones, entre las que se cuentan:
- Es preferible regalar una planta en una bonita maceta a dejarse seducir por cualquier trapo de la cadena Inditex.
- Algunas de mis plantas necesitaban un cambio…
De entre las más de treinta especies con las que cuento en la actualidad, he elegido una avena de salón y la he trasplantado a un tiesto blanco acompañado de un plato azul que compré ayer en la tienda de cerámica artesana de Mamen, una amiga jienense, esperando que el regalo tenga éxito… ¡Ojalá!
La avena de salón, también conocida como lágrimas de la reina, pertenece a la familia Bromeliaceae, concretamente al género Billbergia, que debe su nombre al botánico sueco Gustav Johann Billberg. Aunque la especie más cultivada bajo el nombre vulgar de lágrimas de la reina es la Billbergia nutans, de las que hay una veintena de variedades, existen otras entre las que podemos destacar Billbergia decora o el híbrido Billbergia x windii, que a veces pueden ser confundidas con la primera.
Billbergia nutans es una planta que se distribuye sobre todo en Brasil y otras zonas próximas como Paraguay. Como muchas de las 50 especies que forman este género, es una planta epífita, es decir, vive sobre otras plantas, generalmente de gran porte, instalándose en oquedades con depósitos orgánicos, aunque cabe destacar que esta especie también puede desarrollarse sobre el terreno lo que favorece que pueda utilizarse en jardinería convencional y en nuestro caso, desarrollarse en macetas.
Es característico de estas plantas en particular, y de su familia botánica en general, la forma acanalada de sus hojas, sobre las que se condensa el vapor de agua atmosférico de los climas tropicales y que estas recogen para acumularla en la base de la roseta basal y así utilizarla posteriormente para su metabolismo. Además de esta estructura acanalada, las hojas de Billbergia nutans son lineares, delgadas, algo rígidas y acintadas, con margen ligeramente aserrado, y de color verde vivo y brillante en la juventud y de tonalidades más oscuras y apagadas (verde oliva) en la madurez. A veces presentan tonos rojizos debido a la insolación. Suelen tener una longitud de 30-60 cm.
Se presentan en pequeñas matas o macollas de las que, a finales del invierno (tomo como referencia nuestra latitud), emergen unas inflorescencias poco longevas, elegantes y atractivas. Son alargadas, de tipo espiga, cuyas brácteas están coloreadas de carmín a fucsia/rosa violáceo, y donde, terminalmente, se disponen las flores trímeras con corola violácea y estambres con antera patente y amarilla. Tras la floración es recomendable extraer la planta y realizar la división de los distintos pies/propágulos/hijuelos existentes y así favorecer la aparición de nuevas inflorescencias durante la próxima temporada.
Si se cuida como es debido, la avena de salón puede vivir de 5 a 10 años, para ello se recomienda: no exponerla al sol directo, ubicarla en el exterior durante los meses de estío, realizar la división de las macollas en primavera, regarla frecuentemente (cada 10 días más o menos) para favorecer la humidificación del ambiente, evitar la exposición a temperaturas inferiores a -2 º C, y utilizar un sustrato con abundante materia orgánica y bien drenado.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Plumas de santo






A veces, hablando con familiares, amigos, amantes o conocidos, te das cuenta de que todos sentimos alguna afinidad por alguna planta. A una de estas conversaciones, concretamente a una que mantuve con Rafa, ese artista que nunca me regalará un dibujo, se debe el estudio de la planta de hoy, la pluma de Santa Teresa.
Perteneciente a la familia de las Cactaceae, concretamente al grupo de los cactus epífitos –N.B.: se conoce por epífito a aquella planta que desarrolla su vida sobre otra, utilizándola como soporte, nunca parasitándola-, la pluma de Santa Teresa o el cactus orquídea (denominado así por sus llamativas flores) pertenece al género Epiphyllum. Aunque hoy día existen numerosos hídridos (Epiphyllum x hybridus o E. x ackermannii), las especies más hermosas son Epiphyllum caudatum, E. crenatum o E. anguliger.
Son plantas que pueden llegar a ser grandes, pero que generalmente rondan los 75-100 cm de diámetro. Todas ellas poseen tallos aplanados, crasos, provistos de un nervio central y articulados en segmentos de 15-20 cm de longitud variable según la especie (generalmente de 15 a 25 cm., característica que diferencia a estas especies de otras pertenecientes al género Schlumbergera o cactus de navidad, en las que los segmentos o artejos no superan los 5-7 cm). Las hojas se encuentran reducidas y son alternas, lo que propicia un aspecto dentado a los tallos. No presentan espinas. Son de color verde intenso, ligeramente brillante. La floración se produce en otoño o principios del invierno, tras un periodo de reposo que responde a un fotoperiodo de día corto-noche larga y a temperaturas frescas (inferiores a 22ºC y superiores a 12ºC). Las flores se desarrollan en el ápice de los tallos, son grandes y exuberantes, tanto por el color –del blanco al fucsia-, como por el aroma -intenso y agradable-. Las flores son solitarias, tienen aspecto tubular y están coronadas por una corola petaloide formada por numerosas piezas, que pueden persistir durante algunos días.
Esta planta necesita un sustrato rico en materia orgánica y bastante húmedo, ya que son organismos que proceden de las selvas tropicales de Sudamérica, véase México, Argentina o las Antillas, por lo que los riegos deben ser regulares durante todo el año, más en verano (dos veces a la semana). Prefiere temperaturas intermedias, lo que las hace ideales como plantas de interior durante el invierno y de exterior en la época estival, así como buena luminosidad (no tanto insolación directa).
La reproducción se realiza mediante esquejes de unos 20 cm de longitud, aunque también es cierto que fragmentos menores son capaces de arraigar en el sustrato fácilmente desarrollando las raíces tuberosas características de la familia.
Y poquito más…

miércoles, 9 de febrero de 2011

De dinero...




Dado que estamos a comienzos de un año que se augura poco fructífero, sobre todo en lo monetario, y que muchos todavía están sufriendo los estragos de la llamada cuesta de enero, he creído más que oportuno hablarles de la conocida como planta del dinero o plectranto.
Presente en la mayoría de los hogares españoles, la especie Plectranthus australis (también se puede encontrar con el sinónimo Ocimum australis, cosas de la nomenclatura científica…) es una planta originaria de las zonas tropicales de y pertenece a la familia Lamiaceae (labiadas). Planta con tallos colgantes de sección cuadrangular (aspecto común a todos los representantes de la familia), con hojas opuestas, simples, circulares, bastante carnosas, con margen festoneado-serrado y de color verde brillante, que florece generalmente a mediados del invierno (enero- febrero) dando una inflorescencia en espiga sobre la que se sitúan unas flores de color violeta de intensidad variable con motas moradas cuyo corola se estructura en dos labios y que tras la fecundación da lugar a una semilla en forma de núcula.
Debido a que no soporta las heladas y su temperatura de crecimiento óptima se sitúa entre los 15 y 20 º C, se considera una clásica planta de interior, aunque en lugares cálidos suele ubicarse en terrazas y balcones, generalmente en cestas o maceteros colgantes. Destacar que no soporta la insolación directa ni una atmósfera seca, por lo que necesita riegos frecuentes aunque poco abundantes. Asimismo se recomienda un sustrato mullido y rico en materia orgánica. Para que adopte un aspecto frondoso y se desarrolle de manera óptima conviene despuntar los tallos principales con el fin de favorecer el desarrollo de ramas laterales.
Es una planta que desarrolla raíces con suma facilidad, tanto que los primordios de estas pueden crecer en un medio aéreo, aspecto que facilita enormemente su multiplicación vegetativa (método reproductivo más utilizado), aunque también se pueda obtener tras la germinación de las semillas.
En el apartado de las enfermedades: Si está en ambientes húmedos y fríos, puede verse afectada por brotitis, apareciendo manchas grises en sus hojas. También pueden tornarse amarillentas y caedizas debido al exceso de riego e insolación.
Su nombre vernáculo hace referencia a la forma de las hojas, circulares, que recuerda a las monedas. Se tiene la creencia de que, cuanto más exuberante sea el follaje de esta planta, mayores serán los ingresos económicos de su dueño.

lunes, 10 de enero de 2011

De coleos...



Regresando del verano y del otoño, bastante ajetreados, todo hay que decirlo, estoy de nuevo aquí para hablar de plantas y otros quehaceres de la jardinería, y dado el rigor invernal, he decidido comenzar la temporada con plantas que en mi latitud son más indicadas para interior o en su defecto, un balcón acristalado.
El coleo, también llamado cretona o nazareno (género Coleus que engloba a unas 150 especies) es una planta de la familia Lamiaceae o labiadas (sí, sí, prima hermana del romero o la lavanda) distribuida por los trópicos, concretamente la zona de Java, la India y zonas asiáticas. Casi todas las variedades existentes en el mercado, entre las que podemos destacar Arc-en-ciel, Iroquois u Otoño, son híbridos de Coleus blumei y Coleus verschaffeltii.
Planta herbácea, vivaz, bastante llamativa por el colorido de sus hojas, opuestas, simples, con peciolo, de forma acorazonada-lanceolada y de margen dentado o festoneado, donde destacan los pigmentos púrpuras, pardos, rojizos, amarillos y verdes. Son característicos su tallo cuadrangular (como el resto de las labiadas presenta cuatro cordones de colénquima que le confieren esta forma tan característica) y sus flores constituidas por dos labios que se disponen en forma de inflorescencia en espiga.
Son plantas de rápido crecimiento, sobre todo si reciben buena cantidad de luz, se cultivan en un sustrato rico en materia orgánica y se riegan frecuentemente, lo que tiene un inconveniente si pretendemos que la planta adopte forma de macolla, para lo que se recomienda eliminar o despuntar, tanto los brotes superiores, como la inflorescencia, para facilitar el crecimiento de los inferiores. Es importante saber que no soportan temperaturas extremas ni insolación directa y que su rango de crecimiento óptimo se encuentra entre los 13 y 22 ºC. Los cambios en la temperatura y el fotoperiodo influyen en la coloración de sus hojas (más oscuras en días cálidos y largos, más verdosas en días fríos y cortos).
Los coleos pueden ser cultivados indistintamente como planta de interior o exterior Podemos decir que es una planta tremendamente vivaz que arraiga con gran facilidad, por lo que se suele reproducir vegetativamente mediante esquejes (personalmente un servidor prefiere mantenerla en agua hasta que desarrolle un buen sistema radicular para luego transplantarla a una maceta, en vez de plantarla directamente sobre el sustrato… manías), aunque, con fines comerciales, su multiplicación se realice por semilla.
Por lo general no es una planta que sufra de enfermedades y plagas, excepto las producidas por la alteración del pH del sustrato, la excesiva insolación y algunos parásitos como nematodos.
Por último destacar que corre la creencia popular de que el coleo es una planta que atrae la mala suerte en interiores, por lo que muchos la prefieren lucir en sus balcones.

viernes, 2 de julio de 2010

Vivir eternamente



Comenzamos el mes de julio con otra de esas plantas resistentes a los rigores del verano, las siemprevivas (género Sempervivum). Con características compartidas con algunas plantas que ya hemos descrito anteriormente y que pertenecen a la misma familia botánica -Crassulaceae-(ver la ficha de Aeonium sp. pl.), las especies de este género poseen unas características, tanto morfológicas, como ecológicas que las convierten en plantas de gran valor ornamental.
El género Sempervivum cuenta con alrededor de 40 especies (y con una ingente cantidad de hibridos ya que su capacidad de cruzamiento es enorme), entre las que podemos destacar Sempervivum arachnoideum o S. tectorum o S. montanum. Las palabras latinas “semper” (siempre) y “vivum” (viva), hacen referencia a su condición de plantas perennes que resisten las más variadas condiciones ambientales, desde las altas temperaturas, a las bajas, así como todo tipo de suelos, prefiriendo los arenosos y de perfiles poco desarrollados. Son plantas distribuidas en todas las montañas que circundan el Mediterráneo (los Pirineos, los Alpes, el Atlas, los Cárpatos y el Cáucaso).
Morfológicamente son plantas que crean comunidades formadas por individuos monocárpicos constituidos por un eje sobre el que se disponen helicoidalmente las piezas foliares a modo de roseta basal. Las hojas, crasas todas ellas, son de lineares a cordiformes, generalmente oblongo lanceoladas y finalmente mucronadas o acuminadas; éstas a veces presentan pilosidades o tricomas (S. arachnoideum) y están recubiertas por ceras que las impermeabilizan. De un verde grisáceo o más vivo, suelen colorearse de púrpura conforme nos aproximamos al ápice de la hoja.
La floración tiene lugar en ejemplares adultos, desarrollándose sobre un escapo floral más alto que la roseta basal, sobre el que se disponen hojas de menor tamaño y una inflorescencia de tipo cimoso (algunos autores añaden que escorpiode). En esta se desarrollan las flores, actinomorfas, constituidas por un receptáculo sepaloide, un número de piezas petaloides pentámeras (múltiplos de cinco, como toda la familia), estambres y carpelos libres.
La multiplicación se lleva a cabo de manera sexual (mediante semillas) o a través de las plántulas jóvenes que emergen de la base de otra más adulta.
Refiriéndonos a la etnobotánica del género, decir que eran plantas utilizadas en la curandería (citada ya por Dioscorides y Teofrasto), así como se creía que protegían a los hogares de los rayos al desarrollarse sobre muchos tejados.

miércoles, 23 de junio de 2010

Candelabros de leche



Siguiendo con las plantas suculentas y por contar algo anecdótico, les diré que, si hay algo que me apasiona de cuidar plantas es que es una afición, aunque exija demasiado tiempo, no es cara, sobre todo cuando puedes pedir un esqueje de aquí y otro de allí. Esto último hice con la planta de la que hoy les hablaré…
Siempre que visito a cierto amigo, me topo con la entrada acristalada de su vecina que, más que mediterránea, parece amazónica por la exuberancia de las plantas que la llenan (obviando los galápagos que chapotean en la pecera). Entre éstas destaca el imponente porte de una Euphorbia trigona de más de dos metros de altura. Cierto día, ni corto ni perezoso, llamé a la puerta y le pedí a su dueña un pequeño esqueje, que muy amablemente me cedió. Y con el ejemplar bajo el brazo, marché muy contento a casa. Lo mejor de todo es que sigue vivo, créanme…
El árbol de leche africano o Euphorbia trigona es un representante de la familia Euphorbiaceae, plantas que también presentan la suculencia como forma de vida ya que suelen desarrollarse en lugares secos y cálidos (ésta en concreto procede del sur de África). Es una planta que puede recordar a los cactus candelabro que tantas películas del Lejano Oeste han ambientado. Al ser una planta con fisiología CAM, son de crecimiento rápido cuando las condiciones son favorables, por lo que es de esperar que, recibiendo los cuidados oportunos crezca vivamente y alcance un tamaño considerable.
La Euphorbia trigona es una planta con tallos columnares provistos de tres costillas (si realizamos un corte transversal observaremos una sección triangular) sobre las que se disponen las hojas, sobre todo hacia la parte terminal. Los tallos, al igual que las hojas, son de color verde -en la época favorable, ya que en invierno adquieren tonos amarillentos e incluso rojizos (concretamente la variedad rubra, como se puede observar en la primera imagen) que le confieren más belleza si cabe-, por lo que también realizan funciones nutritivas. Las hojas son de hasta 5 cm de longitud, espatuladas y ligeramente acuminadas con un corto mugrón, que persisten durante todo el ciclo vegetativo anual. Tienen dos estípulas muy reducidas en la base y al igual que de un par de espinas de 0,5 cm de longitud y de color pardo que persisten y recorren las costillas del tallo cuando las hojas se pierden durante el invierno. Su floración es muy rara y sólo se produce ocasionalmente en individuos adultos.
Esta planta presenta numerosas ramificaciones que surgen de manera alterna sobre los tallos y presentan estrangulamientos en la zona de unión con el vástago primario y suelen alcanzar, generalmente, los 30 cm de longitud, a veces más. En conjunto, los individuos pueden alcanzar los 4 m de altura.
Como todas las especies de este género botánico es una planta laticífera, es decir, segrega un látex blanquecino que suele ser irritante, por lo que no conviene ponerlo en contacto con zonas delicadas, como las mucosas.
Un sustrato medio, con buen drenaje (ligeramente arenoso y con materia orgánica), una exposición soleada (orientación sur) y riegos frecuentes pero no abundantes, son los requerimientos ecológicos de esta especie.

martes, 8 de junio de 2010

Sempervirentes...




Llega el calor y con él las ganas de descansar, echarse a la bartola y dejar que la brisa de la tarde refresque la piel. Por mi parte todavía no he decidido que hacer con mi cuerpo serrano estas vacaciones de verano…, si a ustedes les pasa otro tanto les recomendaría que visitasen las Islas Canarias, uno de los paraísos más hermosos de nuestra geografía, y degustar bajo las faldas de los volcanes las papas con mojo picón, otra delicia que acompaña a la flora que las habita. Y de eso precisamente hablaré hoy, de plantas canarias…
Muchas veces, en la parte más soleada de nuestros balcones y terrazas no crece ni una mala yerba, por lo que nos vemos obligados a ubicar un pequeño desierto entre los tiestos y nos olvidamos de que existen plantas adaptadas a estos medios secos que reciben insolación constante. Entre estas (de las que hablaré las próximas semanas) destaca el género Aeonium, una planta que pertenece a la flora macaronésica y de la que las Islas Canarias cuentan con una treintena de especies (más o menos). También llamadas siemprevivas, punteras, bejeques o aeonios (del griego “aeonion” que significa “eterno”), pertenecen a la familia Crassulaceae, es decir, a las plantas suculentas o crasas, característica que las define aunque no es exclusiva de ellas, ya que también encontramos este tipo de carácter adaptativo en representantes de otras familias como por ejemplo las Cactaceae.
El género Aeonium es un nanofanerófito, es decir, plantas de tipo arbustivo que pueden alcanzar un metro de altura, que está provisto de un tallo, verde en la juventud y pajizo en la madurez, que se ramifica ligeramente y sobre el que se disponen, casi siempre apicalmente, rosetas de hojas. Las hojas, de lanceoladas a espatuladas-obovadas y acuminadas, son crasas, de color verde brillante, aunque en la zona más externa pueden presentar coloraciones purpúreas, rojizas o violáceas, en mayor o menor grado, cuando sufren fuerte insolación. Se encuentran provistas de tricomas o pilosidades blanquecinas en el margen.
Sus flores aparecen en la madurez y generalmente durante el invierno, dispuestas sobre una inflorescencia que parte de la prolongación de los tallos. Sobre la espiga de unos 15-20 cm de longitud, se sitúan las flores, pentámeras, de blancas a amarillas, que tras la fecundación originan unas cápsulas. Tras florecer, la rama entera suele morir.
Aunque su reproducción por semillas es algo difícil, existen cultivares híbridos de este género con ejemplares provistos de coloraciones bastante llamativas, muy comercializados en comercios especializados.
Se reproducen fácilmente por esqueje y son muy recomendadas para todo tipo de tiestos con dimensiones variadas, así como para rocallas. Requiere suelos ligeramente arenosos y drenados, además de un riego regular y exposición al sol. Aunque es resistente a pequeñas heladas, conviene resguardarla de las inclemencias invernales en lugares donde esta época sea dura.
Y tras tanta descripción, ¡me voy a disfrutar del sol!
Imágenes (de arriba hacia abajo): 1. Aeonium arboreum, 2. A. tabulaeforme, 3. A. arboreum var. atropurpureum

martes, 1 de junio de 2010

Un huerto en el balcón


Tengo una amiga muy aficionada a sembrar todo tipo de plantas hortícolas en su terraza. Que si habas, ajos, cebollas, perejil… No le teme a nada, ni tan siquiera a esos pocos metros cuadrados que forman su particular huerto (por cierto, muy bien orientado).
Debo decir que no es la única, ya que se trata de una práctica muy extendida últimamente entre los amantes de la ecología y el ecologismo (les recuerdo que no es lo mismo… Je, je, je, je), que se hacen la siguiente pregunta: ¿por qué no dar un uso práctico a esta extensión de la vivienda y de paso contribuir a otros procesos naturales?
Y ante esta realidad, mis modestas opiniones…
En primer lugar he de decir que, como proyecto didáctico o pedagógico hacia los más pequeños de la casa, me parece excelente. Todavía recuerdo un blog en el que su autora había desarrollado en mitad de la ciudad de Barcelona un huerto en altura para que sus hijos descubriesen los pormenores del cultivo de variedades hortícolas, los ciclos de siembra y recogida, así como la responsabilidad que conllevan las tareas agrícolas. Si además de ello podían degustar de uvas a peras una ensalada sin pesticidas, mejor todavía.
Como segundo punto, la estética. Excepto ciertos casos, las plantas hortícolas no son muy vistosas ya que poseen flores reducidas, son monocromas y presentan excesivo follaje. Aunque algunos vean un “handicap” en estas cualidades, podemos crear una terraza de hermosas vistas combinando algunas de estas plantas. El único punto a tener muy en cuenta es la temporada, por ejemplo en invierno sembrarla de coliflores, espinacas, acelgas, coles o zanahorias, como monocultivo o combinadas; en primavera nos decantaríamos por plantas aromáticas, habas, ajos o guisantes; durante el verano todas las solanáceas (tomates, pimientos y berenjenas) y cucurbitáceas (pepino y calabacín) son bienvenidas, y durante el otoño optaría por el descanso y letargo del lugar.
El tercer punto a tratar es el rendimiento de la labor. Por lo general los aficionados a esta técnica son muy partidarios de combinar todo tipo de plantas: este tiesto de ajos, aquel de tomates, este otro de pimientos, que si otro de habas y el de más allá de pepinos. Esto no es rentable ya que la producción es escasísima (tres ajos, una lechuga, dos pimientos y diez habas), además de ofrecer la vista de un balcón salvaje, sin orden, ni concierto. Yo soy partidario de aunar estética y rentabilidad de trabajo y de cultivos. Si plantásemos toda la extensión de nuestra terraza con tomates, además de contribuir a la belleza de la balconada, obtendríamos una producción aceptable y disfrutaríamos más de nuestro trabajo. Esto también favorecería el intercambio con otros vecinos y amigos que hayan optado por esta vía de disfrute y en cuyas terrazas estarían cultivándose calabacines o berenjenas, favoreciendo así el intercambio de productos.
Como cuarto punto, un tirón de orejas. No sé hasta qué punto crear un edén hortícola en nuestro balcón es ecológico. Cada planta, cada ser vivo, tiene unos requerimientos ecológicos específicos: condiciones del suelo, temperatura óptima, humedad atmosférica, riego, insolación diaria o fotoperiodo. Un balcón no es un lugar extenso, a menos que contemos con un ático de enormes dimensiones, por lo que las plantas ven limitado su crecimiento por diversos factores adversos a ellas: la cantidad de tierra que puede albergar un tiesto, la orientación o la insolación. Muchas veces esto supone abonados, riegos excesivos, crecimiento raquítico de los vástagos, floración escasa y generalmente, sufrimiento para las especies cultivadas. Por todo ello, a veces se hace preferible, acudir a un huerto ecológico o a una frutería de confianza para disfrutar de un tomate con sabor, a poner al límite de sus posibilidades a una pobre coliflor.

martes, 25 de mayo de 2010

Consideraciones (VIII). Legislación.



De entre todas las preguntas que hay que hacerse cuando se toma la decisión de crear un pequeño jardín en altura, una de las más importantes, por no decir la principal es “¿Puedo acometer este cambio en mi terraza según la legislación?” Y a intentar esclarecer esta cuestión le voy a dedicar la noticia de hoy.
En nuestro país (España) existe una serie de normas que regulan todo tipo de acciones que se pueden llevar a cabo en las fincas dedicadas a viviendas y por extensión, sus espacios exteriores. Concretamente la Ley 49/60 de Propiedad Horizontal, con numerosas modificaciones posteriores (que también hay que leerse) y la normativa que para tal efecto desarrolla cada consistorio del municipio donde nos encontremos, son básicas en nuestra labor.
Y después de lo reglado, vienen las consideraciones que creo más importantes…
Lo primero de todo tenemos que saber que tanto las terrazas ubicadas en los áticos como las situadas en los patios de vecindad no pertenecen al propietario, ya que únicamente son usufructuarios de las mismas, es decir, en última instancia es la comunidad de vecinos la que ha de decidir sobre el uso que hay que darle a estos espacios ya que, por decirlo de algún modo, son el suelo y el techo de la finca. Por todo lo anterior, siempre recomiendo a los propietarios con este tipo de problemas que, para curarse en salud, pidan permiso a la comunidad para ajardinar la superficie, dado que puede perjudicar a otros vecinos, lo que incumpliría los artículos 7 y 9 de la citada ley. En cualquier caso he de aclarar que el gobierno municipal suele permitir licencia para instalar cualquier objeto o construcción que pueda eliminarse de estos lugares en un tiempo máximo de unas horas –cada consistorio establece el tiempo-, por lo que estaría permitido según las normas vigentes colocar tiestos y otros aparejos móviles que sirvan a nuestro jardín.
En el caso de que nuestra vivienda tenga terrazas o balcones que miren hacia las fachadas, tanto exterior como interior, hemos de considerar que estas superficies verticales pertenecen al municipio, ya que se considera un valor estético de las ciudades y pueblos, por lo que hemos de ser muy cuidadosos a la hora de acometer los cambios oportunos. No conozco ningún caso en el que el municipio se haya personado en un juicio contra un particular por ajardinar su balcón (sí en los que un vecino denuncie a otro por ello… ojo…), pero puede darse el caso, al igual que hay municipios, sobre todo de ciudades y pueblos monumentales o con un encanto singular que han incluido en sus ordenanzas municipales normas concretas de cómo los particulares han de embellecer sus ventanas y balcones para que, de esta forma, el conjunto arquitectónico de la ciudad guarde el mismo patrón estético y favorezca el turismo y por tanto el enriquecimiento del municipio y sus vecinos.
Así que, ya saben: lo primordial es consultar con sus vecinos y si le otorgan el beneplácito, comiencen a buscar esquejes.

Imágenes: La Voz Digital

martes, 18 de mayo de 2010

Altramuces



A veces uno debería informarse antes de emprender la marcha, o por lo menos, leer unos cuantos artículos antes de ponerse esparcir semillas por las macetas vacías que pululan por el balcón… Este es el caso de los lupinos que sembré en la tarde de ayer ¡en unas macetas muy pequeñas!
Aunque el género Lupinus (también conocido vulgarmente como altramuz o lupino) es un representante de la familia FabaceaeLeguminosae- de origen mediterráneo y que, debido a su vistosa inflorescencia, se ha utilizado como planta ornamental –y forrajera- durante décadas en los países del sur europeo (Lupinus albus, L. angustifolius, L. luteus), se ha generalizado entre las empresas de producción de semillas comerciales el extender la especie americana Lupinus polyphyllus, que también puede naturalizarse en nuestras latitudes de manera más o menos fácil.
Esta planta generalmente se propaga por semillas que se siembran -tras un día en remojo- desde el invierno al verano en terrenos de características medias, ligeramente alcalinos, bien drenados y más o menos soleados. Es una planta propia de jardines y parterres, y persistente, es decir, sus cultivares se mantienen en pie todo el año, llegando incluso a durar bastantes años en pie. La planta llega a alcanzar el metro y medio de altura. Con tallo ligeramente lignificado en la base, posee hojas alternas, pecioladas, tomentosas por el envés, palmaticompuestas con 9-15 foliolos y de verde más o menos intenso. En la época de floración, por lo general el verano o principios del otoño, su inflorescencia racimosa, de porte más o menos piramidal, se yergue sobre un eje en el que quedan dispuestas las flores típicas de esta familia (provistas de estandarte, alas y quilla) que van del color blanco hasta el morado, pasando por toda gama cromática (amarillas, fucsias y azules generalmente). La capacidad de hibridación de esta especie es pasmosa, por lo que se pueden obtener cultivares realmente vistosos (me llega a recordar al género Antirrhinum o boca de dragón…).
Tras la fecundación, la planta produce un fruto característico en forma de legumbre, provisto de una vaina en cuyo interior quedan albergadas las semillas, que se pueden recolectar para su posterior siembra. También cabe la posibilidad de, una vez que son adultas, multiplicarlas vegetativativamente por división de las macollas.
Cabe decir que estas plantas se cultivan en muchos lugares del mundo, como por ejemplo Australia, para obtener las semillas utilizadas como forraje o que, tras un tratamiento en salmuera, son comercializadas como alimento muy nutritivo en muchos mercados. Cabe decir que éstas, conocidas en España como chochos o gambas de agua, pueden contener alcaloides que las pueden hacer indigestas para ciertas personas, por lo que se recomienda cautela en su consumo.
¡¿Quién me mandará sembrar plantas de jardín en macetas?! Bueno… sólo cabe esperar y ver qué pasa…

martes, 4 de mayo de 2010

Maravillas




Además de sentir gran afecto por esta planta (me recuerda a la niñez, fue uno de esos aguijones que me envenenaron con el arte botánico, me huele a cuando mi hermana y yo pululábamos por la huertas vecinas a golpe de pedal y bicicleta y enganchábamos cualquier simiente, cualquier esqueje, y lo llevábamos orgullosos a la nuestra), la caléndula, maravilla, corona del rey o flamenquilla es una de las plantas más agradecidas que conozco, quizá por considerarse casi como una planta silvestre, más por los pocos requerimientos ecológicos que necesita (indiferente edáfica, riego ocasional y exposición soleada), que por nacer de forma espontánea.
La Calendula officinalis pertenece a la familia Asteraceae (también Compositae) y es una planta vivaz, de biotipo hemicriptófito dado que presenta partes leñosas (sobre todo en la base) cuando alcanza la madurez. Es una planta propia de la zona mediterránea, teniendo su origen en Egipto, y muy extendida por todo el Globo gracias a las propiedades, tanto medicinales, como de otra índole que se le suponen.
Esta planta anual o perenne, dependiendo de las temperaturas de la zona en la que se desarrolle, alcanza una altura máxima de 60 cm. Posee hojas simples, alternas, de color verde claro, ligeramente pilosas, de oblongo-lanceoladas a espatuladas y que alcanzan casi los ápices de los tallos. La floración de esta planta sucede durante todo el año, aunque sea más llamativa y abundante durante la primavera. La inflorescencia, como la del resto de las representantes de la misma familia, tiene forma de capítulo, con un diámetro de 3-7 cm y presenta dos tipos de flores, unas periféricas y liguladas y otras centrales y tubulares. Generalmente son de color anaranjado, aunque la tonalidad puede ir desde el amarillo al rojo.
Tras la fecundación se produce un fruto compuesto por aquenios dehiscentes con forma curva, ligeramente alados lateralmente y con protuberancias espinosas en el dorso.
En la actualidad existen numerosos cultivares de esta planta que multiplican los verticilos de las flores liguladas de la inflorescencias, aproximándose así al aspecto de otras compuestas como los crisantemos, las dalias o los ásteres.
La caléndula, además de ser un buen repelente de los insectos, se ha utilizado desde tiempos remotos para paliar todo tipo de afecciones dermatológicas, véanse úlceras, eczemas o heridas superficiales, ya que la flor produce antibióticos y antisépticos naturales, así como colorante alimentario en lugar del tradicional azafrán. Su aceite esencial también es muy apreciado.
¡Y que viva la primavera!